miércoles, 20 de octubre de 2010

Ruta de bares de cerveza a Euro en Zaragoza

Ruta de Cervezas a Euro en Zaragoza



Apreciada Editorial Ibérica, me dijo a ustedes dentro del plazo establecido para la realización de este encargo. Debo manifestar, en primer lugar la perplejidad con la que este equipo de trabajo recibió la propuesta. Dejar a nuestra elección los dos siguientes temas de la serie de informes sobre rutas urbanas, nos situó al borde de un abismo de dudas que tratamos de encarar con valentía y decisión. Al recapacitar por separado, el Bolilla y un servidor generamos una tormenta de ideas que sólo oscureció más el panorama. Llovieron tortillas, encurtidos, tiendas gourmet y de barrio, grandes Centros Comerciales y mercadillos, catas de vinos, aceites y chocolates. La lista se incrementaba de la mano de nuestra confusión. Así que nos decidimos por realizar un proceso selectivo sistemático, en el que un criterio guiara la búsqueda. Decidimos elegir las rutas según su originalidad. Como en el encargo se hablaban de dos rutas buscamos el fenómeno más clásico y el más novedoso de entre los fogones zaragozanos. Los afortunados fueron, como tradicional las croquetas y como contemporáneo las cervezas a Euro. Es con este producto con el que vamos a comenzar los informes, dejando para el siguiente el de la preciada crema bechamel enriquecida y rebozada.



La primera necesidad que exige la ruta de bares con oferta de cerveza a Euro es explicar al lector cómo este fenómeno se está extendiendo como ondas en el agua desde el mismo corazón de Zaragoza. Un establecimiento, nada clásico por otro lado, como es La Bodeguilla en la calle San Jorge inició hace unos meses una nada corriente campaña. Se trataba de ofrecer botellines de una marca holandesa de cerveza al precio de un Euro. El resultado fue el esperado en tiempos de crisis. Se llevó poco a poco la clientela de los locales vecinos, incluso de los que tenían mucho más renombre. En estas el mecanismo capitalista se puso en funcionamiento con una rapidez que dejaría orgullosos a Adam Smith y David Ricardo. La competencia actuó y el resto de bares se han ido apuntando desde entonces con diversas variantes. Distintas marcas de cerveza, distintas medidas: quintos, tercios y hasta de medio litro se sirven hoy en las barras de estos establecimientos a un ritmo delirante, mientras que el proceso expansivo continúa llevando nuevas ofertas en locales donde antes hubiese resultado impensable. El beneficiado es ahora el cliente, que con el mismo presupuesto que antes consume en estos momentos una cantidad mayor de fermento de cereal.



Otra consideración que es justo ofrecer al lector es la de que nuestro espíritu nada comercial nos impide citar las marcas de la cerveza servidas en cada una de las paradas del recorrido. Sí lo haremos con las medidas, las condiciones y los bocados con los que podemos acompañar las bebidas, pero no nos parece justo hacer el juego a grandes grupos empresariales que no están dispuestos a compensarnos en concepto de publicidad.

La última advertencia que el Bolilla y yo queremos hacer la visitante es la de la inmensa comodidad que ofrece la realización del recorrido. Debido a la expansión en forma de Big Bang del fenómeno, el conjunto de bares que se han apuntado a la oferta se encuentra a una distancia mínima entre sí. No más de trescientos metros deberá recorrer a pie el caminante que se interne en la ruta. Buena característica, esta de la cercanía, que conviene al lector no iniciado, ya que el Bolilla, que es buen calculador, ha hecho una estimación matemática de la cantidad de líquido que ingerirá alguien que lo haga completo. En torno a tres litros de cerveza se alojarán en el estómago del viajero en este breve peregrinaje. La cercanía entre bares favorece en dos aspectos a la ruta. El lector no se perderá en callejas y direcciones complejas, pues los establecimientos son en muchos casos casi vecinos. Además un efecto universal del consumo de tal cantidad de líquido, observado en hembras y machos de cualquier especie animal, es la necesidad de micción que provoca. En general son locales con amplios y limpios cuartos aseos, y las distancias cortas en la que se encuentran los cerveceros locales, impiden que el lector tenga que verse en la situación horrorosa de verter sus orines en la calle, cual can incívico.



A modo de cortesía, mi fotógrafo y yo quisiéramos hacer una presentación. Se trata de una presencia que en esta ruta estará muda, pero como la necesitaremos como artista principal en la de la croquetas, de futura realización, queríamos que se fuese familiarizando en el proceso. Su nombre es Romina, rumana de nacionalidad, propietaria de un bar en la zona y cocinera y camarera de oficio. Ostenta la virtud de ser la mejor amasadora de croquetas de ciudad y nos ofrecerá su valoración y secretos de las mismas en la siguiente ruta. Así que en silencio nos sirvió de apoyo y compañía en las tres veces que hicimos el recorrido para comprobar que es fácilmente realizable, y nos parece incluso saludable su recorrido (por lo de la eliminación de toxinas que provoca el desalojo masivo del dorado líquido). A la salud y a modo de agradecimiento queremos dedicar a Romina, nuestra fiel compañera, la publicación de este informe.



El recorrido lo comenzaremos desde el corazón geográfico e intelectual del fenómeno: La Bodeguilla antes citada. Antiguamente se trataba de un establecimiento que se ganaba las lentejas gracias a la realización de fiestas cerradas que por otro lado, al impedir la entrada a los no invitados, impedía la asistencia de una clientela fija que avalase su reputación. La otra actividad destacable del local es el visionado de varios partidos de balompié semanales que llenan el interior del mismo, generando un ambiente cargado y un olor a testosterona desagradable al cliente fino. Desde el inicio de la oferta de botellín a Euro el panorama cambió. Ambiente continuo y diario, movimiento de alegres jóvenes, grupos de amigos colman de botellines vacíos las mesas del interior y las de la terraza. Ninguna bebida distinta se expende desde la barra y aunque ha habido un intento de ofertar tapas para acompañar las bebidas, éste ha sido infructuoso. Un fracaso, vamos, provocado por la baja calidad de las mismas. Únicamente destacar, antes de terminar con la crítica, una nueva iniciativa originada desde el mismo bar que inició la oferta cervecera. Se trata de la promoción de cubatas de primeras marcas a, ojo, tres Euros y medio. No sabemos aun el alcance de esta propuesta, se mantendrá al corriente al lector amante de combinados y derivados.



No iremos muy lejos ahora. Tras degustar el botellín original pasaremos al local de al lado, en la misma calle San Jorge, donde en comodísimos asientos y en un ambiente más despejado y acogedor, podemos catar botellines de otra marca pero del mismo color y país de origen, Holanda, que la anterior. El único inconveniente de este local llamado Balcón de Luna, es la actitud del dueño y camarero, que parece mirar con distinto aprecio al cliente de a Euro y al que solicita productos de precio superior. Habría que explicarle que si alguien desprestigia el servicio de bebidas con bajos precios, cosa que no pensamos que ocurra, será el dueño que oferta y no el cliente que demanda. Si no le gusta la idea siempre tiene la posibilidad de volver a precios avaros y local vacío que antes regentaba. Nada destacable para acompañar la bebida, aunque si no pides la oferta, el dueño tiene la fea conducta de regalar rancios cacahuetes, como recordando al cliente de Euro la baja estopa a la que pertenece. En fin todo sea por la fría y gustosa cerveza que sirve el malcarado.



Podemos seguir la calle San Jorge hacia San Pedro Nolasco hasta llegar al Dolche Café, el bar de las dos mentiras, ni es dulce, ni sirven buen café. Lo destacable del local es la ausencia total de nada comestible pero se trata del único de toda la ruta en el que la cerveza es de barril, aspecto que el lector agradecerá en nombre de la presión de la rubia bebida. Local atractivo con aire de club clásico de alterne o señorial güisquería con presencia de buena música, que hace más agradable la ingesta.



Volvemos a la calle Don Jaime para encontrarnos, a lo largo de la misma, las siguientes cinco propuestas, de muy distinto orden. Bajo el nombre de Cafetería Imbyss encontramos un local excesivamente iluminado y siempre cargado en su ambiente. Variopinta la clientela abarca un amplio abanico desde abuelas untando churros recién fritos en larguísimos chocolates y cafés con leche, grupos de currelas cruzándose inabarcables bocadillos de tortillas variadas, trajeados que saborean cafés y pinchos con cuidado de no llenar de lamparones de grasa su indumentaria, mamas de cortado y cotilleo tras dejar los niños en el colegio y ya con los carros de la compra aparcados junto a la entrada, incluso jubilados lectores de periódicos, que se pasan los diarios en un orden jerárquico de difícil comprensión, y pasan largas horas apurando una única consumición. Pues es en este ambiente, donde reina la fritanga, pero de calidad, donde ha irrumpido la oferta de un Euro el botellín, incrementando la ya extensa factura de clientes que concurrían allí.



No muy lejos, en el otro lado de la calle nos topamos con la Sidrería Artxueta. Local que se está afianzando en la zona. Tiene una larga barra de desiguales tapas de tipo vasco (llamadas pintxos en el norte) y se supone que la especialidad sería el servicio de sidra. El asunto es que se ve que el, en otros sitios sobrevalorado, fermento de la manzana no acaba de encajar en el paladar zaragozano y ha obligado al establecimiento a adaptar su oferta de bebidas con los botellines a Euro que hoy nos ocupan.



Si en las últimas dos apuestas hemos recomendado sus tapas, bastas y generosas las primeras y delicadas y rácanas las de autor, en la siguiente recomendación el lector debe demandar raciones. Uno de los locales que las tienen en mayor variedad y calidad de la ciudad: Cervecería El Cierzo. Bandejas con productos recién salidos de la cocina servirán de excelente acompañamiento a los botellines, uso bien el plural, que el viajero pedirá sin duda. Si por la hora de la visita urge ingerir algo más que una ración para compartir, se debe indicar que la carta de carnes (chuletón, solomillos y chuletas de ternasco desfilan sin cesar entre las repletas mesas) es rica y su precio admisible para nuestros tiempos de crisis.



Seguimos remontando la calle y nuevo cambio de acera para llegar a la Cafetería New Orleáns, donde un deprimido local que sirve a grupos de viudas sus dulces brebajes vespertinos acompañados de una bollería no siempre joven. De todos modos el Bolilla, que es un sentimental ha querido introducir este establecimiento en la ruta para premiar el intento que los dueños hacen por cambiar la rutina mortecina del mismo con la introducción de las cervezas a Euro. Si optó anteriormente por el chuletón, aquí puede tomar el café antes de seguir con la ruta.



Al salir de este bar; y gracias a Romina, que nos impidió saltarnos nuestro siguiente local, pues nuestra compañera demuestra cada día que tiene mayor tolerancia al alcohol que nosotros, que no la tenemos pequeña; y entrando en el siguiente portal llegamos a un clásico, Caball, donde tapas y cervezas combinan desde hace años en un ambiente de clase alta tradicional y ejecutivos de despacho de la zona. Debe haber afectado la crisis a todas las esferas, pues bajándose del burro y de los precios por las nubes, han incluido toda una serie de fórmulas, descuentos, ofertas, platos del día, etc… donde esta elite social abreva ahora con mayor dispendio. No se asuste el futuro cliente si ve el bar demasiado lleno para entrar, pues cuenta con un gran salón interior difícil de llenar.



Llegando al final de calle, el viajero cruzará el Coso para penetrar en el calor de Doña Tapa, siguiente local con cerveza a Euro del recorrido. Contradiciendo a su nombre, el nivel de tapeo no es elevado. Bocados nada vistosos, nada frescos, nada imaginativos ni suculentos se proponen desde la barra, y raciones escuálidas desde la cocina. Así es que la recomendación es beber a palo seco sin dejarse engañar por el atractivo color blanquecino de una prometedora pero insípida mayonesa que todo lo cubre.



Desde la Plaza de España nos adentraremos en el Tubo, donde aun no abundan estas ofertas. Lo más parecido a ella, y por qué no decirlo, incluimos porque nos da la gana a Bodegas Almau, que además de contar con la más rica propuesta de vinos, siempre en buenas condiciones de conservación, de la ciudad; una barra con tapas de una dignidad poco habitual ya en la zona; precios razonables en todos sus productos; ambiente bueno, respirable y de una elegancia sin parangón entre la chabacanería hoy imperante, la taberna se descuelga de los vecinos precios con la oferta de botellín de tercio de cerveza local (la mejor de la ruta a años luz) a Euro veinte. Imperdonable pasarlo por alto.



Terminaremos la ruta con bar sin mucha ambición, pero resultón. En la vecina calle Mayor se encuentra el Dolce (no confundir con el anterior Dolche). Bajaremos a las profundidades del local, mono en su decoración y ambiente, con pretensión nocturna que no termina de cuajar (hay propuestas en ese campo mucho mejores en su entorno). Así, valorando su intento de introducir la cuestión ahorrativa y de low cost huyendo del olor a fritanga, incluimos esta propuesta donde termina la ruta por los bares económicos de Zaragoza.



Los tres autores de la ruta queremos agradecer, especialmente al negocio que comenzó con este fenómeno, a los bares citados sus ofertas, que facilitan que las gentes humildes puedan alternar en ambientes dignos en esta época de tristezas económicas. Las amistades se fortalecen en estos lugares. Testigos de ello, los tres autores nos fundimos en un largo abrazo, en el que se juntaron nuestros vientres, ya hinchados por los nueve litros de cerveza que sumábamos entre nosotros. Citándonos el trío para la futura ruta de las croquetas, que por lo visto está causando una expectación tremenda entre los lectores, nos despedimos, como ahora lo hacemos de todos ustedes.

Salud para todos y ojalá la sed y la soledad sean saciadas por nuestras humildes propuestas

1 comentario:

Manu & Rosita dijo...

¿Terminasteis bien la ruta cervecera? Qué escrito más... refrescante!