lunes, 1 de agosto de 2011

Arroz negro falsete y rápido (Comunidad Mediterránea: Democracia Real)


Arroz negro falsete y rápido (Comunidad Mediterránea: Democracia Real)

Receta falseta, pero increíblemente sabrosa

Dedicada a la futura Comunidad Mediterránea
y por la disolución de la malograda Unión Europea de
tecnócratas y filibusteros 

Receta de Falso arroz negro rápido
Las conservas actuales son de un nivel notable,
pero Espinalet siempre será un valor seguro


Ingredientes: (4 personas)

400 gramos de arroz El Brazal
4 sobres congelados de tinta de calamar
Una lata de chipirones en aceite
250 gramos de bacalao desalado
Un brick de caldo de pescado Gallina Blanca
Una tarrina de all i oli Chovi
Aceite de Oliva Virgen Extra D.O. Bajo Aragón
Sal






Elaboración:

Para acompañar una reflexión sobre la Democracia Real, nada hay más apropiado que una receta falsa como símbolo del poco valor verdadero del sistema político que hoy nos ignora.
En primer lugar sofreiremos el arroz en una sartén con un par de cucharadas de Aceite de Oliva.

Aromas de playa y chiringuito
Para favorecer que quede suelto al final de la elaboración. Llevaremos a ebullición el caldo en el que verteremos el contenido de los sobres de tinta. En una paella amplia introduciremos el arroz y le añadiremos el caldo negro bien caliente. Con el fuego muy alegre lo dejaremos cinco minutos. Tras ellos bajaremos el fuego y continuará hirviendo otros diez minutos más. Llega el momento de añadir los chipirones previamente troceados y el bacalao desmenuzado. Los dejaremos integrarse en el arroz por cinco minutos. Retiraremos del fuego y cubriremos la paella con un trapo blanco y muy limpio.

Es importante a la hora de servir cualquier arroz soltar el grano antes con una rasera y revolverlo bien rascando el fondo para integrar el socarrat con el resto. Se aconseja que el allioli se revuelva en el propio plato con el resto de ingredientes, para que su sabor y aromas se repartan por igual.

Nota de cata:

Esta vez vamos a hacer dos propuestas bastante indecentes. En el caso de que el plato no se vaya a disfrutar junto a la playa, un blanquito del año de Utiel-Requena estaría divino. Pero si se tiene la suerte de comerlo con los pies en la arena, no hay nada como una tradicional sangría, de las que te obligan a echar la siesta sobre la toalla y bajo la sombrilla. Los guiris, a veces, no son tan tontos como parecen. Salut para disfrutarlo.

Cabezona, cabezona.
Siesta obligada


Comunidad Mediterránea: Democracia Real

Y no es que pensemos aprovecharnos del tirón que ha dado a este tema el movimiento de los llamados indignados o Movimiento 15 M, sino que el asunto de la democracia real es uno de los que consume nuestro tiempo y ginebra desde hace mucho tiempo. Comenzaremos diciendo que quien espere leer aquí una teoría completa de cómo se debería organizar una sociedad para poder considerarse verdaderamente democrática se ha equivocado de lugar. Nuestra ambición es mucho menor tanto en el contenido político como en el ámbito territorial. Estas reflexiones surgen de la necesidad de definir un régimen político para la creación de una Comunidad Mediterránea basada en principios ancestrales populares. Una sociedad desnudada de los artificios con los que el tiempo y los grupos de poderosos han ido encadenándola hasta desdibujar su carácter auténtico. La misión no es inventar nada, sino recuperar el espíritu mediterráneo que sobrevive bajo toneladas de escombros, y fundar una comunidad bajo su imperio ideológico. El primer asunto que vamos a tratar de recatar será el concerniente a la política.

Lo que somos, los que fueron y nuestro futuro
Durante las ya olvidadas convulsiones del siglo XX un historiador francés, Fernand Braudel, estableció unas teorías sobre la Historia que enriquecieron el anquilosado panorama científico de su época. No es cuestión de exponer aquí todas sus consideraciones aburridas sobre el tema, pero sí de utilizar parte de su aparato epistemológico que nos ayudará a indagar sobre el espíritu mediterráneo que queremos iluminar. En su obra cumbre El Mediterráneo en los tiempos de Felipe II el francés desarrolla unos conceptos de tiempo que destruyen por completo la idea del ritmo lineal y continuo. Al igual que en otras disciplinas científicas se dinamitaron conceptos que se creían verdades absolutas como la continuidad de la materia y la energía, o los principios elementales de la física euclídea, la geometría tridimensional o las útiles e inexactas Leyes de Newton; la Historia se independizó de un concepto de tiempo que no tenía en cuenta los ritmos de las transformaciones que los hombres iban desarrollando. El historiador distingue al menos tres tipos de tiempo dependiendo del ritmo y profundidad de los cambios que se producen en cada época.
Geografía vertebradora del territorio

En primer lugar nos presenta el tiempo corto. En él las transformaciones que se producen son rápidas pero coyunturales. Se refieren a cambios en la formas de gobierno, en las fronteras, analiza periodos de crecimiento o crisis económica, procesos de revolución o de reacción, la aparición de personajes determinantes que inciden en su tiempo etc… Es un tiempo que generalmente da una visión de una sociedad dinámica sujeta a multitud de vaivenes, pero los cambios que se producen en ella son insignificantes y se podría aplicar para él la máxima de que es necesario que todo cambie para que todo siga igual. De cambios más profundos y significativos se ocupa la segunda categoría de tiempo que define el autor, el tiempo medio. De carácter más estructural se ocupa ya de consideraciones más elevadas. Ignora las grandes figuras y los hechos que sólo son importantes en apariencia, pues no provocan verdaderas transformaciones en la sociedad que los vive o sufre. Se ocupa de los mecanismos de producción, de los sistemas políticos, de los niveles tecnológicos, de las relaciones de poder entre distintas capas sociales (no entraremos en los debates sobre clases, estamentos, etc…) y otros aspectos definidores de una época. Pero la que nos más interesa es la última categoría, la del tiempo largo. Se aleja análisis microscópicos y demuestra la validez de la teoría de la relatividad adaptada a la Historia. Dibuja un tiempo que discurre casi ajeno a la vida de las gentes que lo viven. Sólo analiza transformaciones producidas en la raíz de las sociedades. Lentos cambios donde los agentes transformadores ya no son los individuos ni los hechos. Ignora guerras concretas y luchas por el poder, acumulaciones de riqueza y épocas de hambrunas. Busca en la esencia de las sociedades su identidad profunda. El clima y la geografía son considerados los verdaderos agentes que hacen avanzar la historia, fundamentan sociedades, dibujan rutas comerciales, definen el tipo de alimentación, los ritos propiciatorios, las vestimentas, la esencia de sus manifestaciones artísticas, los modelos de urbanismo etc… Es allí donde debemos buscar la esencia de nuestro espíritu mediterráneo. Intentar que talando los árboles (religión, modelo de familia, formas de gobierno, sistemas económicos, fronteras internacionales) aparezca el bosque que buscamos. El que fundamentará nuestra Comunidad Mediterránea. La idea de que el sistema de representación política natural en nuestro ámbito geográfico es la democracia real es lo que vamos a tratar de demostrar en estas líneas que hoy nos ocupan.

Trabajo solidario como naturaleza mediterránea
Partimos de la consideración  de que tras siglos de explotación, penurias y agresiones exteriores, el espíritu mediterráneo se ha visto enterrado por artificios ajenos que nunca se adaptaron a sus necesidades. Entonces sería conveniente acercarnos para el tema político desde el punto de vista negativo. Es decir, vamos a tratar de establecer en primer lugar qué tipos de democracia no son propias de nuestras raíces milenarias.
El sistema que hoy gobierna en todos los Estados considerados democráticos que bañan sus tierras en el Mare Nostrum, la democracia en la que los partidos políticos representan a sus ciudadanos a través de elecciones libres periódicas, es una trampa por muchos condicionantes. Surgida en la época de las revoluciones burguesas del siglo XIX en oposición a las monarquías absolutas, la democracia liberal fue asentándose con una gran capacidad de adaptación a los distintos momentos históricos. Blindada a través del sufragio censitario restringido a los propietarios se impuso para destruir o asumir todos los elementos políticos del absolutismo. Una vez en el poder y frente a la presión popular en demanda de participación política, el sistema fue maquillándose bajo los principios de libertad, igualdad y fraternidad. Estableció el Estado-Nación delimitado por férreas fronteras como unidad de organización, reubicó a las viejas instituciones en nuevos lugares, siempre privilegiados, quedando la Iglesia, el ejército, la monarquía y la aristocracia en la cima de la pirámide social. Concedió el voto a todos los habitantes (siempre masculinos) a la vez que manipulaba los resultados electorales. Un sistema de talante caciquil se fue maquillando de democracia representativa, y los partidos políticos dominados por las elites sociales se convirtieron en el argumento para justificar la representatividad del sistema.

Nuestro Costa ya vaticinaba malos tiempos
Otro modelo de democracia todavía, si cabe, más alejada a nuestro espíritu es la denominada democracia directa o popular propia de los fracasados regímenes comunistas. Fundamentada en varios niveles de representación, los ciudadanos elegían en un primer momento a sus representantes a través de una elección directa entre los miembros de una pequeña célula. Estos elegían entre ellos un segundo nivel de representación, y así sucesivamente hasta llegar a un Consejo superior que ejercía el poder en nombre de los ciudadanos. La teoría es preciosa, pero su plasmación histórica aparece llena de fracasos y sufrimientos. En todos los casos acabaron en regímenes totalitarios con Estados que sólo respondían a los intereses de un grupo cerrado de élite política que controlaba las vidas de sus gobernados, impedía disidencias y castigaba cualquier posible manifestación de oposición de manera sanguinaria. Un sueño que invariablemente degeneró en pesadilla.
Entonces la cuestión ahora es encontrar un sistema donde la voluntad de los individuos se vea representada de manera real a la hora de la toma de decisiones políticas. Al menos se nos ocurren tres grandes transformaciones que deben operarse en nuestro sistema actual para que esté en disposición de convertirse en una democracia real.

La primera de ella se refiere al sistema electoral. Debe basarse en el máximo respeto a la voluntad de los ciudadanos. Para ello las listas deben presentarse completamente abiertas, las correcciones territoriales deben desaparecer y la abstención debe considerarse como un ejercicio consciente y tener su representación en las instituciones. El hecho de presentarse como candidato individual, no perteneciente a ninguna institución ni partido al que se le deba pleitesía, mejora sin duda la calidad de la representación, así como aumenta el nivel de compromiso hacia la sociedad electora. Al no tratarse ésta de una propuesta restrictiva, el candidato a representante puede pertenecer a tantas organizaciones como considere, o a ninguna, siempre que el cuerpo electoral sea consciente del hecho. La independencia no es obligatoria, pero al menos así sería lícita, no como en nuestro sistema. Las correcciones territoriales que suman valor a los votos localistas perderían su razón de ser en una comunidad que trata de borrar fronteras y barreras identificativas a todo el conjunto mediterráneo. Cada ciudadano tendría la misma capacidad política que su vecino haciendo imperar la justicia matemática en el proceso electoral. Somos conscientes del poco éxito de la propuesta entre ideologías nacionalistas y en las defensoras del subvencionismo particularista. La articulación del territorio no vendría desde ningún congreso, comité de expertos, o peor, de ninguna justificación pseudohistórica. El clima, la situación geográfica, el nivel de producción y la voluntad popular serían los verdaderos agentes vertebradores de manera natural. Por último, la valoración política de la abstención acercaría a representantes y representados más que cualquier otro mecanismo de democracia real. Se puede ejercer dicho procedimiento de dos maneras. Aceptando el sistema pero sin coincidir con ninguna de las propuestas, que generaría el voto en blanco, o simplemente no aceptando el sistema, que lo haría con el hecho de no votar. La representación de los escaños vacíos incrementaría la necesidad de sumar acuerdos entre los representantes para alcanzar mayorías.

Máximo respeto a la abstención
como opción consciente y válida
La segunda gran transformación de nuestro sistema que lo acercaría a la voluntad ciudadana vendría del mundo de la ética. Así, el respeto a unos valores superiores, que siempre han estado presentes en nuestra sociedad, sería condición necesaria para el buen funcionamiento del sistema. Se tratan de valores generados a lo largo de la historia. Nunca impuestos, sino fruto de la necesidad de supervivencia del pueblo. Desnudos de ideologías ajenas, religiosas o emanadas de élites defensoras de intereses particulares, los únicos valores que sobrevivirían serían los mismos que han utilizado nuestros antepasados para ayudarse en condiciones difíciles de explotación. Libertad, solidaridad, tolerancia y responsabilidad serían los pilares en los que asentaría y los que defendería el sistema. De los cuatro, merece hoy especial mención el último. Representados y representantes deben ser conscientes de sus actos. En la actualidad vemos con asiduidad cómo se trata de justificar cualquier asunto culpando al otro. Nadie parece ser el responsable cuando vienen mal dadas. Nadie toma una decisión y se responsabiliza de sus consecuencias. Aunque sea más notable en el caso de los representantes con la generalización de la corrupción política, también debemos ser conscientes de que el cuerpo ciudadano actúa del mismo modo. Irresponsabilidad es robar y beneficiarse de una posición pública privilegiada, pero no lo es menos actos cómo la evasión de impuestos, el uso abusivo y descuidado de los servicios públicos, la elección de gentuza como representantes a cambio de mínimos beneficios individuales, la defensa de evidentes actuaciones indignas de sociedades avanzadas por posiciones partidistas. Así pues, rechazamos el sistema caciquil en el que nos encontramos, pero en ambas direcciones, pues recordemos que en todo sistema mafioso la base de su supervivencia es la reciprocidad en los beneficios. El objetivo sería la búsqueda de un sistema donde el único beneficio sea el comunitario. La educación y la toma de conciencia ayudaría a crearlo, y la experiencia en busca del beneficio general  lo mantendría y defendería frente a otros intereses minoritarios.

La tercera condición política, que sería necesaria para sustituir nuestra sociedad cerrada por una integradora y verdaderamente  representativa, será la expansión y defensa de un espíritu comunitario. Un sentimiento de pertenencia a un mundo basado en unos mismos principios. Si a lo largo de las orillas mediterráneas se extienden de manera natural multitud de factores, la identificación consciente de todos sus habitantes entre sí llegaría con la misma naturalidad. El trigo que se leva en migosos panes, la uva que se convierte en pócima que alegra el alma, la oliva que llora sus oleosas lágrimas, ovejas que nos otorgan tejidos y carnes para el frío, redes llenas de pescados sacrificados en crujientes frituras, salsas y majados en los que embadurnar los bocados deliciosos son asuntos generalizados. Músicas nostálgicas nos comunican con pasados perdidos y nos acercan a los que una vez fueron y ya no están. Espíritus amantes del riesgo y la aventura emprendiendo viajes sin destino por un mismo mar, que impregna de sal nuestros cuerpos y alimentos. Muchos son los asuntos que nos unen, que nos convierten en compinches del buen vivir. Sexualidad lujuriosa condenada al pecado por demasiados siglos de represión religiosa. Espíritu femenino oculto en mundos domésticos y expulsado del ágora por quienes confundieron grandeza con debilidad. Vocación de paz y convivencia aplastada por fantasmagorías militaristas de conquista y pillaje. Simplicidad de los infinitos placeres que arruinamos bajo los principios de acumulación y exclusividad. Debemos saber quiénes somos, de dónde venimos y qué vale la pena defender para crear un mundo del que estén orgullosos los nuestros desde su paraíso en Ítaca. Parece fácil y lo es. Ahuyentando el miedo a perder lo que tenemos, que es poco y pobre, debemos lanzarnos a la aventura de rescatar lo nuestro. Lo que siempre ha estado ahí. Bajo los escombros.
Un arroz negro, aunque de los falsos,
nos representa más que muchos personajes
(por cierto, éstos de mediterráneo saben poco)

3 comentarios:

Pakiba dijo...

La fotografia final buenísima.

Ahhhhhhh!! el arroz también.

cocina-dos dijo...

Uy! Lo siento, xq el técnico está de vacances. En cuanto llegue te contesta. Un beso y muy buen trabajo por tu pedazo de blog

El Periplo dijo...

Tras esta vibrante exposición de las bases en las que debería asentarse la comunidad mediterránea sólo me queda felicitarte tanto por la profundidad de las ideas como por la originalidad de las mismas. Se trata de un objetivo tan ambicioso que necesitará de la conjunción de mayor número posible de personas. De momento las bases están planteadas. ¡Adelante con la sensibilización y la difusión!
Por otra parte, ya va siendo hora de que me ponga manos a la obra y ensaye alguna de tus sabrosísimas recetas. Desde luego, la de hoy tiene una pinta buenísima ¡Ya te contaré!
Un saludo. A continuar pasándolo bien estas vacaciones!!!!
José Luis