jueves, 21 de abril de 2011

Receta de Risotto de Puntalette al cava con piñones y chocolate (Yo maté a Donald II)

Receta de Risotto de Puntalette al cava con piñones y chocolate (Yo maté a Donald II)

Hotel de Sitges elegido por el Club Bilderberg para su reunión en junio de 2010


Receta de Risotto de Puntalette al cava con piñones y chocolate

Textura cremosa y color de cacao
Delicioso engaño


Ingredientes (6 personas)

½ Kilo de pasta puntalette (pasta en forma de granos de arroz alargados)
Una botella de Cava Rosé (Variedad Garnacha de Cariñena)
Una cebolla dulce D.O. Fuentes de Ebro
50 gr de piñones
150 gr de Chocolate de cobertura de Atienza
½ Litro de caldo de verduras
Aceite de Oliva Virgen Extra D.O. Bajo Aragón
Una lata pequeña de leche evaporada
Tres dientes de ajo
Un manojo grande de albahaca fresca
25 gr de almendras
Una rebanada de pan tostado
Sal

Nuesro puntalette favorito

Piñones selectos

Bien cerquita tenemos un tesoro en forma de cobertura

Cualquiera de la denominación es válido, pero
para texturas cremosas preferimos uno sin filtar


Elaboración

En una cacerola y con tres cucharadas de aceite de oliva pocharemos una cebolla picada de manera fina a la que, cuando esté al punto le añadiremos los piñones. Sofreiremos junto a ello la pasta hasta dejarla con un punto dorado, evitando así que se pegue al final. Cuando tengamos el conjunto bien integrado de sabores verteremos la botella de cava y el caldo de verduras. Debería ser suficiente líquido para el tipo de cremosidad que buscamos, pero por si las características de la pasta fuese necesario más, añadiremos al final un poco más de caldo de verduras. Corregiremos de sal.

Mantendremos la cocción con fuego alegre durante siete minutos antes de añadir el chocolate partido en pequeños trozos y la leche evaporada. Con ambos ingredientes acabará de cocerse en tres minutos la pasta, que deberá adquirir dos propiedades: quedará ligada por una crema espesa que será el punto deseado y oscurecida por el cacao del chocolate, casi al modo de un arroz negro. En ese engaño está la gracia de la receta, que podría denominarse en carta Falso Arroz Negro (sin arroz ni tinta)

Para enriquecer la receta proponemos salsear el plato con una preparación untuosa que con su color terroso contrastará con el oscuro chocolate. Para elaborarla iremos poniendo en un vaso batidor los tres dientes de ajo, las hojas desnervadas de albahaca, las almendras, el pan tostado y la sal. Ya con la batidora en marcha iremos añadiendo aceite de oliva en forma de hilillo para que emulsione y se levante. La serviremos en una salsera para que cada comensal decida la cantidad.


Ella no sabe que nos tiene ganados a los Idasdecocina.
Es de justicia decir que su puntalette hace tocar el cielo.
Gracias Cristina Palacio, manos de deliciosa hechicera.


Nota de cata

Cava rosado Gran Ducay

Rosado de Corona de Aragón,
vecino y hermano del anterior
El gusto original que le confiere un cava elaborado fundamentalmente a base de garnacha, la aceitosidad que transmiten los piñones y las almendras de la salsa y la untuosidad de la textura de falso risotto, parecen pedir algo fresquito que despeje y limpie bien el paladar después de cada bocado. Por ello descartamos los acentos afrutados del blanco y nos decantamos por un rosado de Corona de Aragón, para no abandonar variedad, color, ni tierra, y más que maridado quede hermanado con el cava del plato.


Yo maté a Donald II (Segunda entrega, donde se conocen los caracteres de los personajes)


Los magnates conocieron las platjes de Sitges desde las cristaleras del hotel
La mañana no comenzó de manera habitual. Ya hacía unos días que la noticia corría de boca en boca entre el personal del hotel. Incluso la noche anterior una filtración se había colado en los informativos nocturnos. La dirección no había advertido del acontecimiento pero nadie podía esconder lo que ya dejaba de ser un simple rumor. La reunión del Club Bilderberg del 2010 se iba a celebrar en el complejo. El Hotel Dolce era conocido por su entorno paradisíaco. En cuestión de lujo y exclusividad había muchos por encima de él, pero su situación aislada en las afueras de Sitges facilitaba el alto nivel de seguridad y privacidad que exigía el encuentro. De hecho desde hacía días las señales de que algo importante e inhabitual iba a acontecer eran evidentes. La instalación de una verja electrificada que rodeaba todo el complejo, la llegada de personajes enfundados en trajes oscuros que no podían esconder su condición de guardaespaldas y el colapso de todas las plazas del garage por largos y brillantes coches blindados daban prueba de ello.

El autobús que trasladaba desde el albergue del personal en Sitges hasta el complejo llegó a la hora de siempre, pero aquel día de junio una jauría verde de la Guardia Civil les esperaba junto a la puerta de entrada del servicio. Les hicieron bajar del vehículo y les agruparon en el vestuario. El que parecía al mando les habló como el oficial a su tropa. Las normas eran claras, debían desvestirse en ese momento y ponerse las ropas que estaban etiquetadas para cada uno de ellos. No podían llevar encima ningún objeto personal, incluso fueron despojados de los relojes, joyas y otros enseres. Cada uno debía hacer su trabajo extremando la profesionalidad y la cortesía. No podían dirigirse a ningún cliente del hotel en los próximos dos días a menos que fuesen requeridos por ellos. Con voz marcial les deseó buena suerte y salió del vestuario dejando que los números vigilasen el proceso. Los pasillos hacia la cocina dejaban ver las mejores galas del hotel hasta en sus más escondidos rincones. El nivel de limpieza, iluminación e incluso del aroma que exhalaba todo el recinto alcanzaba cotas desconocidas hasta entonces. Encontró agobiante la presencia de seguridad privada en todos los rincones. Nada escapaba a una mirada vigilante. A Abdulá no le era desconocida la situación opresiva de control, pues de manera mecánica un recuerdo acudió a su mente. Se vio diez años atrás en La Habana.  Fruto de un pacto de colaboración con el Polisario, Abdulá fue uno de los jóvenes seleccionados por el gobierno cubano para completar estudios superiores en la isla. Dominaba con alguna dificultad el español gracias a las horas de escuchar a los viejos a la sombra de la jaima, pues la nueva generación de saharahuis volvía la cara al idioma igual que España se la volvía a su pueblo. El inglés se extendía en sustitución del idioma cervantino. Escuela Superior de Altos Estudios Gastronómicos rezaba sobre la puerta del demacrado edificio del barrio del Cerro de la capital cubana. No recordaba aquellos años de estudio como especialmente malos, pues fue allí donde el joven aprendió los principios técnicos de su profesión, sin olvidar su primer beso, su estreno de una sala de cine, su despertar en el sexo, y sobre todo algo que todavía derramaba lágrimas al recordar, allí saboreó su primer helado. La propia idea de algo tan frío era inconcebible en medio del desierto, pero si el estreno en el mundo de la crema helada se hace en Copelia, el bautismo es digno de la realeza.

Muchos bautismos para Abdulá se celebraron en
la capital cubana


Pero no eran aquellos felices despertares habaneros los que despertaban su memoria aquel día en la cocina del Hotel Dolce de Sitges, sino la sensación de vigilancia continua. Los cubanos fueron unos anfitriones generosos con cientos de estudiantes saharahuis ignorados por el resto del mundo, pero había un precio a pagar, la cuestión ideológica. No había fisuras, ninguna grieta posible para la duda y ningún espacio posible para el debate. Toda posición crítica con el régimen era considerada imperialista y por lo tanto desviada. Combinaba estudios profesionales técnicos con asignaturas tales como Economía Planificada, Estudios Marxistas o Ética Comunista. La ideología ascendida al mundo y al lenguaje religioso. Nuevos dioses a los que adorar.


Poder, economía, secretismo.
Conspiraciones crípticas

Tras media hora de autopista rodeado de motocicletas con beneméritos agentes y luces rotatorias azules su ayudante le sacó de su ensimismamiento para anunciarle que ya llegaban al destino. Se podía ver el Hotel situado sobre una colina verde que se abría al mar. El che se acercó por la parte de atrás para entrar por el piso subterráneo. Toda precaución era poca. Aquella reunión no entraba dentro del campo de las oficiales, por lo tanto no habría fotos oficiales ni comunicados de conclusiones finales. El Club  Bilderberg era una reunión privada lejos de las rondas mundiales oficiales. Nada tenía que ver con Foros de la Tierra, Reuniones del G8, G20, OTAN ONU… Nacida en la Guerra Fría reunía a las personas más importantes del ámbito público y privado del mundo capitalista con el objetivo de generar una corriente de opinión favorable al modelo de democracia occidental y contra el sistema comunista. Una vez vencida la batalla, el grupo no se deshizo, sino que continuó sin un objetivo claro. Seguía reuniendo anualmente a los personajes influyentes del mundo y era sabido que era un lugar donde abundaban contactos entre las altas esferas del poder económico. Allí se guisaba más que en todas las aburridas reuniones del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional, donde declaraciones grandilocuentes y públicas se desvanecían en el aire ante los medios de todos los países.


El vehículo entró por el subterráneo del hote

Beneméritos controles

Donald se sentía como en casa en un lugar donde el control y el uniforme evitaban cualquier tipo de sorpresa amarga. Nadie protestaba, no eran necesarias fuerzas antidisturbio, pues nadie protesta si no sabe de qué hacerlo. Los puntos de chequeo y control se sucedían uno tras otro y cada uno de ellos que el coche superaba suponía una subida de adrenalina en el adormecido corazón del Exconsejero de Defensa estadounidense. Verificada su identidad en la última barrera policial su ánimo era ya el de un magnate activo con las uñas de sus garras afiladas y dispuestas para la caza. Echó un vistazo por la ventana y lo que vio le gustó y tranquilizó. El mundo funcionaba. Una larga fila de empleados de servicio del hotel bajaba en ordenada fila de un autobús ante la presencia de las fuerzas del orden locales. Como delincuentes eran introducidos en el recinto con miradas cabizbajas entre el escrutinio de sospecha de decenas de uniformados.


Guantánamo, ejemplo de "democracia"

Abu Grhaib tampoco anda mal de "Derechos Humanos"

No pudo evitar triunfales recuerdos. Su opinión se impuso en el pasado a quienes creían ver en sus métodos poco respeto a los valores democráticos. La creación de una red de prisiones por todo el mundo aprovechando países aliados con regímenes dictatoriales o zonas con status especial fue todo un acierto. Allí no era necesario el respeto a la legalidad internacional ni a los sobrevalorados Derechos Humanos. Centros como Abú Graif o Guantánamo habían servido a la defensa nacional más que todo el poderoso ejército. Además de la valiosa información que extraían a los prisioneros, ayudaban a crear un clima de terror en las potencias enemigas. Imágenes como las que tenía delante se repetían en todas las pantallas del orbe. El mundo tenía que saber a qué atenerse si discutía la supremacía de América. Era su obra. Ni siquiera el nuevo presidente con sus aires de redemocratización se había atrevido a desaprovechar los beneficios de su obra, y el pueblo estadounidense sabedor de la tranquilidad y seguridad que proporcionaban sus métodos protestaba con aire protocolario. Venció a sus opositores. Logró que el inútil de su jefe apoyase sus propuestas. Fabricó las armas de monstruo y su nación, como su vida, sonrió ante la sensación de orden y control. Sólo un sueño con dos caras envenenaba sus noches, pensó mientras el coche desaparecía por la puerta del subterráneo. La imagen de un país débil a la deriva de los chantajes y amenazas exteriores, y la suya propia cincuenta años atrás, retozando feliz y despreocupado en las verdes campiñas, abrazado a otro cuerpo como el suyo: joven, vital, alegre y masculino. Apartó sus temores de la cabeza y se sumió en los preparativos de los encuentros de la jornada con su ayudante.
No está mal que alguien les recuerde
lo que son: malos


(Entrada dedicada a Cristina Palacio, cuyas sartenes son de las pocas de a ciudad que nos hacen pasar momentos felices a locos como nosotros. De regalo una canción optimista)



Facto delafé y las Flores Azules

La luz de la mañana 



Salut para todos

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