viernes, 9 de septiembre de 2011

El Rincón de Cerdeña, un soplo mediterráneo en Zaragoza

El Rincón de Cerdeña, un soplo mediterráneo en Zaragoza

Oasis en la oscuridad del largo invierno

En la calle de San Lorenzo, aderezado por los olores del Mercado de San Vicente de Paul, podemos encontrarnos uno de los secretos más originales, y cada vez más conocido, de nuestra urbe. Salvado el error histórico de la placa que indica el nombre de la calle, todo lo que nos vamos a encontrar ahí destaca por su autenticidad. “San Lorenzo, mártir español” reza sobre un mosaico callejero. Falso, no existía el concepto de España a las alturas de la vida del santo. En plena dominación romana de la península en el siglo III, la única referencia posible para localizar geográficamente  al varón sería la de su ciudad, Huesca. Debe vestir poco hacer referencia a la segunda ciudad en importancia de Aragón o, seamos mal pensados, nuestro alcalde y equipo consideran menos válida la referencia oscense frente a la española, y dando por supuesto el gusto medievalista, tardofranquista y nacionalcatólico de nuestro alcalde (hoy aparece en la prensa local un titular muy sugerente: “El alcalde vuelve al seminario”, sin comentarios), nada es de extrañar. Indignados por el hecho, nos internamos en la calle y a los pocos metros aparece, en un cálido anaranjado el lugar en cuestión.
Chiste municipal...

...del que se ríe hasta el santo
en sus altares


El Rincón de Cerdeña (http://es-es.facebook.com/pages/el-rincon-de-cerde%C3%B1a/162294087165183) presenta de manera muy respetuosa toda una larga lista de propuestas originales de la isla. El local desprende aromas mediterráneos desde la puerta de entrada, lo que no está mal para digerir los aperitivos, meriendas y otros momentos de asueto en el largo invierno maño. Regenta el negocio Marco y su equipo de cómplices. Es de agradecer que en la competitiva lucha por la clientela, no haya hecho ninguna concesión que traicione el mensaje que quiere y puede transmitir. Se trata de una alabanza a la cocina sincera, simple, marinera, isleña y muy italiana que se promete desde los rótulos de la entrada. El local es acogedor. Adornado con gusto, cómodo y muy visual, acoge al comensal siempre con una sonrisa y si viene a cuento una buena conversación.
Para comenzar, es muy recomendable pedir uno de los caldos sardos que abarrotan la bodega. Con el primer sorbo el mar aparece ante uno, y el apetito de algún producto típico de puerto pesquero crece en el visitante de manera natural. Enumerar las propuestas del establecimiento llevaría un tiempo larguísimo, por ello me voy a centrar en tres de las elaboraciones que a mi modo de ver destacan por su magnífico tratamiento.
Alguero, lugar esencial para el espíritu mediterráneo


Mapas de mentes retorcidas y limitadas

En primer lugar es obligatorio comenzar por uno de los múltiples montaditos que se suceden sobre la larga barra. En especial el de chipirón a la plancha sobre tostada cubierta en una mitad por tomate y aceite, y por all i oli en la otra, coronado por un anecdótico pimiento de padrón. El bocado da para mucho. Nos recuerda la enorme influencia catalana que existe en la isla. Recordemos que en la bella ciudad de Alguero, el catalán sigue siendo lengua cooficial, y la propia ciudad se sitúa siempre entre las reivindicaciones territoriales de nuestros vecinos más nacionalistas. Por eso no es de extrañar la presencia del tomate y el all i oli sobre el pan. El chipirón aporta la esencia del manjar, pues se presenta poco hecho, evitando la textura gomosa del animal. El pimiento le pone un toque original, del que personalmente prescindiría por redundar y no dejar destacar el amargor del calamarcito.


Redefinición del montadito
Ya puestos en harina, y pasando a una mesa como está mandado continuaría con una de las novedades que se sirven desde este verano. Se trata de una cazuela de barro a modo de barca repleta de almejas y unos de los mejillones más valiosos de la ciudad. Una generosísima marinera inunda el recipiente y nos obliga al sufrimiento a los untadores de pan profesionales. Junto a la calidad del producto lo más destacable es el acierto a la hora de administrar el picante. Sabemos que el líquido no es el mejor remedio para calmar un paladar encendido de picante, pero la botella de blanco sardo irá descendiendo a un ritmo tan vertiginoso como embriagador.

En el Rabal saben de pa amb tomaquet

Simbiosis tierra-mar de Casa Leopoldo
El Ricón de Cerdeña lo propone más integrado

Si hasta aquí las propuestas han sido a base de bocados suculentos, pasaremos ahora a la mejor propuesta del restaurante, sus albóndigas. Decía nuestro amigo y cómplice Manolo Vázquez Montalbán, que la esencia de la mediterránea ciudad de Barcelona se encerraba en las albóndigas con sepia y gambas de Casa Leopoldo (que sin duda dejaremos para otra ocasión en este foro). Pues ya no es necesario embarcarnos en el carísimo AVE en busca del barrio del Raval, pues las albóndigas de El Rincón de Cerdeña pueden ser un dignísimo sustitutivo de sus congéneres catalanas. Lo cierto es que hay diferencias, pero el resultado es el mismo. Las leopoldinas son una preparación más desintegrada, que el comensal puede manejar a su gusto, pues las bolitas están compuestas en su totalidad de carne, y la aportación de la sepia y las gambas flota sobre una salsa que amalgama el caldo de pescado con las verduras. En cambio, en las albóndigas zaragozanas, los productos del mar son los que conforman las delicadas esferas, que en este caso se sumergen en una delidaca salsa sin tropezón alguno. Los paneros nos vemos obligados a desabrocharnos discretamente el cinturón en ambas propuestas, pero es un castigo menor comparado con el soplo de aire sardo que nos aporta la visita.
Unos de nuestro mediterráneos universales


La enseñanza que me ha ofrecido personalmente el feliz encuentro con este local la encuadro dentro del capítulo de los descubrimientos. En mis horas meditabundas sentado sobre la arena de cualquier punto del  Mediterráneo ibérico, el placer no es sólo visual. Los aromas que me envía el mar me aturden los sentidos. Hasta ahora pensaba que surgían de las aguas para deleitarme, pero ahora sé que no es así. El viento, en su carrera por el mar, carga sus baterías en la isla de Cerdeña, y allí se llena de los efluvios de una tierra cálida, generosa y excesiva. Cuando viene en forma de Levante, escoltado por las enormes olas que salpican mis ojos en mis momentos de intimidad playera, vomita el aroma a isla sobre el litoral. Ahora sé el secreto.


2 comentarios:

Lia Cice dijo...

Sin duda, La Magdalena, como barrio se ha enriquecido con la llegada de Marco y el despliegue de sus tapas, montaditos, ensaladas, albóndigas y conversación. ¡Le están echando mucho brío estos chicos!.
Más o menos a la par, y con igual entusiasmo, otra pareja de emprendedores, abrieron Vent de Mar. Cerquita, en Heroísmo. Muy Mediterráneo. Igualmente, ofrecen enriquecedoras y económicas propuestas, en un ambiente sencillo. Coinciden también en que en ambos puedes disfrutar de la charla y la amabilidad de cocinero y personal, siempre y cuando, haya poca gente. En ambos, mejor, reservar si vas en día "álgido" o pasarte en días de labor. ¡De vicio!.

David dijo...

La verdad es que en lo de la simpatía y la charla tranquila te quedas verdaderamente corta. Da gusto encontrarse gente así, que derroche amor por lo suyo. Ejemplar.
Se agradece tu propuesta de Vent de Mar. Como se parezca en calidad y simpatía a los sardos, lo cierto es que habremos ganado mucho en la ciudad.