martes, 11 de octubre de 2011

Ich bin ein Berliner (y del Barrio Oliver)

Ich bin ein Berliner (y del Barrio Oliver)

Icono del barrio
El depósito se alza orgulloso sobre la ciudad
J. F. Kennedy nos recordó hace unas décadas que los romanos utilizaban la fórmula Civis Romanus sum como orgullo de pertenecer a una civilización avanzada. El 11 de junio de 1963 el mediático presidente norteamericano pronunció un discurso en el que identificaba la pertenencia al mundo libre con la condición de ser un ciudadano berlinés. El eco de grito Ich bin ein Berliner todavía corretea a la vuelta de cualquier esquina de la capital germana. Símbolo de la lucha contra la oscuridad del régimen estalinista, que había levantado un muro para aislar del mundo capitalista a una parte de la ciudad, quiero adaptarlo hoy a nuestra realidad zaragozana. Si los romanos y los ciudadanos del bloque occidental gritaban con orgullo su lugar de procedencia como símbolo de su identidad, no me queda más remedio que gritar el mío, quizá así también caiga un muro invisible que margina zonas de nuestra ciudad:

Ich bin ein Barrioliveriense

Comienzo advirtiendo que la reivindicación sin ambages que hoy quiero transmitir aquí es fruto del cabreo. Por lo tanto espero que no se espere un lenguaje moderado ni políticamente correcto, al estilo de J.F.K., en estas líneas. Una serie de circunstancias relativas a un barrio zaragozano, al que me siento tremendamente ligado, se han acumulado sobre mi conciencia como una bomba de relojería. Sin darme cuenta, los agravios contra el Barrio Oliver se acumulaban en mi interior mientras miraba hacia otro lado. Tanto creció la presión y tan obstruida estaba la válvula de escape, que llegó el momento de la explosión. Para que se comprenda el motivo de tal enojo resumiré en cuatro las vejaciones que el barrio sufre sumido en un inexplicable silencio:

I.E.S. María Moliner
Clásico Instituto zaragozano
1.      Pérdida del nombre: Es bien sabido que, al menos, desde los tiempos bíblicos, el hecho de dar o quitar un nombre a algo es un símbolo de la propia creación o destrucción del propio objeto. Dios creó el mundo sencillamente nombrándolo, y él mismo, como único ser no creado, es aquél cuyo nombre propio no puede conocerse por el imperfecto ser humano. En casi todas las civilizaciones existen ritos de iniciación a la vida en los que la adjudicación de un nombre adquiere una significación especial, individualizando y humanizando a la persona. En múltiples ocasiones hemos asistido a juegos monstruosos con los nombres. Los judíos, al ser internados en los campos de la muerte por los nazis, dejaban de ser para éstos personas. La manera más efectiva de deshumanizarlos fue la sustitución de sus nombres por una serie de cifras tatuadas en sus cuerpos y uniformes. Ejemplos de casos de aniquilación por sustracción del nombre propio tenemos muchos, pero creo que jamás se ha practicado esta técnica con una localidad o un barrio. Tristemente el caso del Barrio Oliver es un pionero en la materia. Las nuevas ordas de propietarios recién llegados al barrio traen junto con su soberbia un deseo compartido. No quieren que se les identifique con los tópicos que desde su origen se han aplicado a la población de la zona. Frustrados por no poder costearse la vivienda de sus sueños  en zonas de mayor enjundia, una nueva generación de zaragozanos elije hipotecar su economía  y, presumiblemente, la de sus herederos a cambio de cuatro paredes en una zona periférica. Los más eligen alguna de las atestadas localidades próximas a Zaragoza, pero hay algunos que huyendo de la incomunicación y falta de servicios de estas ciudades dormitorio, buscan su vivienda en modernos edificios que todavía se levantan en los escasos solares que quedan en los antiguos barrios obreros de la ciudad. Así no es extraño encontrar nuevas edificaciones entre antiguas parcelas y grupos de viviendas protegidas en barrios como Las Fuentes, La Paz-Torrero, San José, Delicias o el Barrio Oliver. Pero a diferencia de los otros casos, el nuevo vecino del Barrio Oliver rechaza su identificación con el barrio de acogida y niega cualquier implicación con el mismo. Es habitual observar con ellos la ridícula costumbre de dar enormes rodeos a la hora de explicar dónde viven. Que si en las calles de detrás del consultorio de Inocencio Jiménez, que si cerca de la gasolinera de Los Enlaces, que si en la zona final de la Vía Hispanidad, que si justo donde acaba Miralbueno o Valdefierro (imagino que porque en su imaginario son barrios más “respetables”). El caso es evitar reconocer una evidencia: viven en el Barrio Oliver. Y lo es porque después de dar toda esa serie de indicaciones innecesarias, un servidor cargado de maldad les pregunta ¿Pero eso es el Barrio Oliver, no? Y con gesto descorazonado o irritado terminan por reconocer la verdad. Anulación del nombre como primer agravio al barrio y a la memoria del mismo.

Una de las pocas iniciativas del Ayuntamiento en el barrio

2.      Otra de las agresiones que sufre el barrio del cura viene de mucho más arriba. La caótica, descontrolada, carente de programa lógico y estéticamente discutible planificación urbanística de Zaragoza ha pasado por encima de los intereses de la zona, privilegiando otros lugares mucho menos necesitados de recursos. Se ha elegido un modelo expansionista, a la conquista de nuevos y áridos territorios alejados de la ciudad, en vez de otro consolidador. Las inversiones públicas se concentran en la nueva urbanización del desierto, y pasa por encima de las zonas degradadas por el olvido, dejando a sus vecinos con la cara que adjudicó Berlanga a los españolitos, que esperaban sus dólares en Bienvenido Mister Marshall. Las connotaciones de tal despropósito institucional son múltiples y negativas: dependencia de un saturado servicio público de transportes, aparición de barrios fantasma sin servicios que genera una clase de ciudadanos de segunda división, degradación de zonas potencialmente receptoras de población y con hipotéticas posibilidades de regeneración… Marginación institucional.

3.      No menos importante, sobre todo en el plano sentimental, es el olvido de la memoria colectiva de la ciudad. Falta una visión histórica rigurosa de la evolución de su población. Apenas existen referencias históricas al pasado, y esto, en un tiempo en el que, por ley de vida, se nos están yendo al otro barrio los últimos primeros pobladores de éste; es algo de difícil solución. Lo deseable sería generar una buena crónica que situase el barrio como fruto de la necesidad, de una ciudad en crecimiento, de absorber la llegada de trabajadores venidos en oleadas desde el mundo rural aragonés, desde el Sur del país o desde países del Sur. Cada nueva remesa aportaba riqueza y variedad cultural al barrio, generando una sociedad compleja y unos niveles de convivencia especialmente ricos. En vez de esa visión, lo poco que se ha escrito del barrio gira en torno al personalismo de dos sacerdotes. Visión histórica simplista y anticuada que sólo analiza a los individuos destacados e ignora al verdadero personaje histórico, el vecino. El propio cura Oliver, y uno de los párrocos más carismáticos del barrio, José Bosqued, protagonizan todas las referencias al pasado de Oliver. Con un tufillo de paternalismo y caciquismo parece que todas las decisiones y movimientos del barrio son fruto de sus acciones. Pobreza memorística.

4.      Por último quiero destacar el enorme desconocimiento del potencial de futuro y de los atractivos reales que presentan sus gentes y sus calles. En primer lugar se trata de un barrio histórico, con personalidad propia y un pasado rico. Su población se sitúa entre las más jóvenes de la ciudad con las connotaciones que tiene a nivel laboral, social, cultural y demográfico. Se trata de una población multicultural debido a la diversidad de procedencia de sus gentes. Población gitana, extranjeros de todos los continentes, una gran base andaluza llegada principalmente en los industriales años sesenta… Por último es destacable que Oliver se encuentre a la cabeza del nivel asociativo ciudadano. Todas estas características basadas en realidades cuantificables y demostrables no se ven reflejadas en la visión que el resto de la ciudad tiene de los vecinos de Oliver. Tristes y falsos tópicos sobrevuelan un imaginario colectivo que atribuye al barrio otras cualidades menos atractivas: delincuencia, miseria, marginación, incultura, anquilosamiento, envejecimiento, aislamiento y desinterés social… Distorsión de la realidad.


Parroquia reutilizada como Casa de Juventud
Barrio asociativo por excelencia

Un repaso por las distintas etapas de la historia del barrio explican muchas de las realidades que podemos apreciar hoy en él. La ciudad de Roma tiene su origen mitológico en una historia curiosa de hermanos, lobas y sabinas, Oliver no le va a la zaga. Nos situamos en el interior de una casa de la alta sociedad zaragozana de principios del XX. Una reunión social, con cura incluido como no podía ser de otro modo, donde los asistentes, aburridos de verse las caras deciden iniciar una partidita de civilizadas cartas. Quisieron los naipes que Mosén Oliver fuese afortunado en aquella velada y salió de la residencia con los títulos de propiedad de unos terrenos rústicos cercanos a la ciudad en la mano. Continúa la leyenda, con cierto aire hagiográfico, con la donación o venta a bajo precio de los terrenos ya parcelados a la población que iba llegando a la ciudad a buscarse la vida y a otros de escasos recursos que ya habitaban en ella.
El caso es que ya antes de los años veinte y de manera irregular, los primeros colonos llegaron a sus terrenos y levantaron sus casas de manera apresurada. Se cuenta que eran capaces de levantar las cuatro paredes de adobe y un tejadillo en una noche, para evitar que las autoridades pudiesen demolerlas a la mañana siguiente por falta de permisos. El barrio comenzó a ordenarse de manera progresiva. En 1925 aparece la primera instalación eléctrica, y en 1932, con la República el primer grupo escolar “Juan José Lorente”. Son los años en los que se enlaza el barrio con el resto de la ciudad a través de su primera línea de transporte urbano (recordemos que un siglo después sólo hay una más que por entonces). El siguiente empujón al crecimiento del barrio llegará en plena postguerra. En los años cincuenta el barrio ya contaba con 3000 vecinos. El Ayuntamiento promocionó la construcción de setenta viviendas sociales y veinticuatro de las catalogadas Regiones Devastadas. En 1954 se construyen el Grupo de la Obra Sindical del Hogar “Arzobispo Doménech” y la obra sindical “General Urrutia”. La consideración de todo el espacio del barrio como área de tolerancia para el emplazamiento de industrias especiales ayudó a dinamizar el crecimiento en las zonas cercanas a la carretera de Madrid. En los sesenta se termina de parcelar el barrio con una serie de edificios prismáticos funcionalistas que conectan el núcleo original del barrio con las viviendas sociales. El Plan General del 68 unifica el barrio y lo integra con identidad propia dentro de la gran ciudad. La historia sigue como la conocemos en los últimos años. El crecimiento urbanístico de Zaragoza, basado el la cultura del pelotazo, la improvisación, el amiguismo, el crédito fácil… puso a Oliver como objetivo para nuevas edificaciones sobre las viejas parcelas y los escasos solares que quedaban libres. El resto ya es conocido.

Por último, y con el fin de que no se me tache de crítico facilón y negativo, planteo al aire una serie de propuestas que enmendarían algo el error que con el barrio se viene cometiendo, y los prejuicios que de él se derivan desde su fundación.

a)      Erigir un nuevo teatro de la ciudad sobre el solar que ha quedado delante del lugar donde otrora estuvo el Cine Victoria. Y aquel debe ser el nombre de la nueva instalación. Funcionaría como sede de las compañías de artes escénicas de la ciudad, así como estaría a disposición de toda asociación que lo precisase. Del mismo modo, el escenario sería ocupado para la práctica del cante y baile flamenco, muy enraizado en el barrio y sin ningún apoyo institucional. Al menos una de las salas debe destinarse a cine de reestreno en versión original, llenando el vacío que la iniciativa privada no se atreve a ocupar, y recordando el origen de la desaparecida sala.

b)     Transformación del depósito de agua municipal que se encuentra entre el CEIP Fernando el Católico y el IES María Moliner para su uso turístico. La propuesta se atreve a convertir la edificación civil en una caja oscura de la ciudad, tan habitual en municipios europeos, con un bar-mirador en su parte superior. La afluencia de turistas para obtener las mejores vistas panorámicas de la ciudad repercutiría en el comercio zonal y prestigiaría un bello rincón de nuestra urbe.



Mosén José Bosqued
La historia del barrio es
mucho más que su biografía,
y la protagonizan sus vecinos


c)      Aunque esté totalmente en contra de la implantación del llamado Bachillerato de la excelencia. La reciente implantación en Madrid de la iniciativa de Esperanza Aguirre y la llegada de los peperos y paristas al Gobierno de Aragón nos dirige de manera imparable a tal despropósito. Temiéndome que el centro seleccionado vaya a ser uno de los clásicos (Goya, Miguel Servet, Medina Albaida o Pedro de Luna) me atrevo a sugerir el humilde, pero histórico, María Moliner hoy convertido en horario vespertino en extensión de la Escuela Oficial de Idiomas nº 1 de Zaragoza.

d)     Aumentar la frecuencia y las líneas de transporte urbano que acerquen al zaragozano al barrio. Hemos de considerar que la población que ahí habita se acerca ya a la de poblaciones como Calatayud, y supera a otras como Ejea o Tarazona. Únicamente dos líneas de TUZSA osan internarse en el barrio del cura. La ciudad vuelve la espalda a sus hijos de Oliver y esto debe terminar ya.

e)     Para aprovechar y disfrutar el recién terminado e infrautilizado cinturón verde sobre las antiguas vías del tren, propongo el traslado y conversión del rastro actual en un mercadillo lineal sobre el antiguo trazado ferroviario.

Línea 14
La del Barrio Oliver
Poco se ha mejorado desde entonces

3 comentarios:

José Luis Pueyo dijo...

Magnífica entrada y estupendas ideas de mejora del Barrio Oliver. Se agradece el modo "Ciudadano comprometido". Tus aportaciones me parecen de lo más sensato.¡Ojalá consigamos la fórmula para llegar con más fuerza a las conciencias de los políticos! Un abrazo. Jl Pueyo

Whivith dijo...

TE leo y veo mi barrio (Valdefierro) completamente retratado.
Aquí hay vecinos que dicen que viven "al final de la avenida de Madrid" o "en la carretera de Madrid" pero no nombran el barrio para nada.
El urbanismo del barrio es caótico y las tiendas, por ejemplo, están situadas en la zona alta que es donde se han edificado urbanizaciones modernas; eso las pocas tiendas que hay, claro.
El urbanismo de las calles es tan extraño que las lineas de bus tienen final de trayecto pero si montas en la parada de Alcampo no tienes que sacar nuevo billete (esta parada está a 2 del final de trayecto).
En fin, podría seguir contando cosas pero tampoco es cuestión de hacer una proclama sino de felicitarte por tan buen post.
Me parece sumamente interesante.

Pochoncicos.

Cecilia dijo...

¡Ay,de nuevo nos encontramos, camarada!. Oliver siempre está unido a mí, en lo profesional porque fue el segundo barrio en el que comencé mi andadura profesional y el primero que me premió con un contrato reglado gracias a la Asociación de vecinos y vecinas del barrio (por cierto, pioneros ellos en llamarse así, incluyendo a las luchadoras mujeres que lo han habitado desde siempre). En lo emocional porque siempre he tenido amistades que han elegido vivir allí, por convicción, en sus supervivientes parcelas. En lo social, porque es un Barrio ejemplar, en lo revindicativo(a la zaga de La República independiente de Torrero, capaz como pocos de mantenr una red asociativa potente con un alto grado de participación y capaz asi mismo de responder con energía a las necesidades de sus habitantes. Sea cual sea su edad, con la elaboración de un plan de Desarrollo Sostenible y Comunitario que atiende por igual a la infancia (con un CTL que no tiene nada que envidiar a las céntricas Cadeneta o Gusantina)que motiva a la Juventud más desfavorecida tanto en el CSL, como en el Proyecto Consolida, como en el más reciente Túnel o en el empeño por resucitar a su desacreditado IES con la realización de metodologías de Desarrollo en Comunidad, etc. por parte de los esforzados e implicados profes comisionados que, año tras año, vencen depresiones y se reafirman en sus batalladoras aulas; sin olvidarse tampoco de los mayores, para los que la existencia del simbólico Parque con sus huertos pletóricos, del Corredor Verde y del Centro Cívico llenos de vida, actividades y convivencia resulta crucial. En fin, un barrio al qeu honrar con un artículo tan bueno como el tuyo. Una vez más.