Receta eucarística: Teología de la Liberación (Sopetas con reducción de garnacha Campo de Borja)
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Sopetas clásicas Energética merienda infantil |
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Versiones vanguardistas |
Receta tradicional de Sopetas
Ingredientes (4 personas):
4 Rebanadas grandes y gruesas de pan de hogaza tierno
½ Botella de vino tinto
100 gr. Azúcar blanco
1 Cucharada de miel (opcional)
Elaboración:
Ayudados por un porrón o una bota de vino iremos empapando cada rebanada de pan con su correspondiente dosis de vino tinto. Dejaremos que la miga absorba el líquido y, entonces, esparciremos el azúcar por toda la superficie de la rebanada. Opcionalmente se puede sustituir parte del azúcar por un chorrito de miel, lo que le dará un sabor matizado, menos empalagoso y más aromático.
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Pan, vino y azúcar. Así de simple |
Justificación de la receta:
Consideramos en el equipo de investigación gastronómica que lleva a cabo la elaboración de estas recetas clásicas actualizadas a la religión, no tanto, como el concepto marxista de opio del pueblo, cuanto fruto del miedo a la libertad que tan a menudo presentan los individuos y sociedades del pasado y presente. Prueba de ello es la ancestral receta que traemos a colación en esta ocasión. Las hoy llamadas sopetas (no son otra cosa que pan impregnado de vino y rociado de azúcar) hunden sus raíces en la prehistoria del Hombre. No tenemos datos para fechar cuándo se comenzó a combinar el pan con el vino, pero a buen seguro nuestros abuelos neolíticos, con el desarrollo de la agricultura, la urbanización, los avances tecnológicos, la conservación de alimentos, etc… ya vertían el licor sobre sus ácimos panes para reblandecerlos y poder comerlos una vez se quedaban duros. Unos cuantos miles de años después nació una de las múltiples religiones a las que la gente se apuntaba cuando le entraba el miedo ante la toma de decisiones individuales. El cristianismo, religión fundada por los seguidores de Jesús, que nunca por él, arrebató esta receta ya por entonces muy extendida, para simbolizar el cuerpo y la sangre de Cristo en unos alimentos presentes en toda buena mesa.
Las personas que comprendemos que en esta vida se debe optar por un camino, y que las decisiones que tomamos en ella tienen consecuencias sobre nosotros, nos consideramos libres. Es muy posible que estemos equivocados, para eso somos relativistas, pero nos da la impresión de que el cristiano o cualquier sometido a una religión determinista lo es precisamente por temor a esa libertad. El creyente en seres superiores toma decisiones igual que el libre, pero afirma que sigue órdenes de arriba, así las consecuencias no recaerán sobre él, sino sobre el maestro armero. Bueno, baste por hoy de predicación, que parece que estemos sobre el púlpito y vayamos al grano. Si el pan con vino fue arrebatado al pueblo para celebrar un ritual de sometimiento, los amantes del Ser Humano libre queremos recuperar lo que un día fue nuestro. La receta clásica, sencilla, simple, nutritiva y estéticamente bella en grado supino vuelve al pueblo.
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Cura Pérez en tiempos de formación |
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Arzobispo Romero, muerto por ideales de justicia |
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Ernesto Cardenal, sacerdote, poeta y teólogo de la Liberación |
Agradecimientos:
Para que no se malinterpreten nuestra palabras e intenciones. Para no volver a ser tachados de integristas laicistas, de fundamentalistas anticlericales, de perdidos relativistas vamos a dedicar esta actualización de las sopetas a la Iglesia. Y por si fuera poco a una concreta: la Iglesia Católica. Increíble ¿No?
Pues sí y ahora viene lo bueno. Para eso estamos. Para recordar. La memoria es frágil y será por ello que a la santa institución se le olvida su hijo pródigo. Pero aquí estamos unos servidores para recordárselo. Existe una parte de la Iglesia, mutilada y vilipendiada por Juan Pablo II, hermana de los pobres, luchadora por la libertad. Teología de la Liberación se autodenominó la corriente. Fue acusada de traicionar los principios de su fe al apoyar revoluciones que acababan en sangre. Era cierto, pero no lo fue menos que el sector dirigente de esa misma iglesia, en esos mismos países y en ese mismo contexto histórico apoyaba dictaduras, encubría crímenes, alentaba represiones que siempre acababan en sangre. Una Iglesia de ricos y otra de pobres. Es a ésta, no por cuestiones de fe, sino por simpatía con los derrotados a quien van dirigidos nuestros agradecimientos. Además es nuestro deseo personalizar unos cuantos de ellos.
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Lucha y fe hermanadas |
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Fotografía símbolo de la lucha de JPII contra los defensores de los pobres Reprimenda a Cardenal |
Gracias:
A José Manuel Pérez Martínez (Cura Pérez, Poliarco) Sacerdote guerrillero (Alfamén, Zaragoza)
A José Antonio Jiménez, Sacerdote guerrillero (Paniza, Zaragoza)
A Domingo Laín, Sacerdote guerrillero (Pozetas, Zaragoza)
A Ernesto Cardenal, Teólogo de la Liberación y poeta (Granada)
“El amor debe ser eficaz. En Hispanoamérica para amar eficazmente al prójimo no había más camino que la revolución”
Cura Pérez
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Ruta de la sopeta ¿O no? |
Apuntes sobre la receta clásica (Información extraida de wikipedia y de D. Victor Jarque Domingo a quien agradecemos los esfuerzos realizados en sus investigaciones y en su trabajo de divulgación)
El inicio de esta costumbre muy bien pudo arrancar de la fiesta pagana de acción de gracias al dios Baco por el éxito en la recolección de los frutos del campo, tal como se hacía ya entre los romanos o entre los mismos griegos con su dios Dionisos. Posteriormente, como ocurrió con otras muchas costumbres paganas, se intentó sacralizar y adaptar a los nuevos tiempos y situaciones religiosas y a las necesidades de cada pueblo o cultura. Se dice que el hecho de echar pan a los barreños de vino viene de la historia que cuenta que el perro de San Roque le llevaba todos los días un poco de pan al Santo, el cual se había retirado en soledad a un bosque por estar contagiado de la peste. La tradición de elaborar la sopeta el día de San Roque se da especialmente en algunos pueblos de Guadalajara y de Teruel. Quizá la celebración más conocida sea la de la localidad de Bronchales. Como nos recuerda Victor Jarque, Bronchales, como cualquier pueblo orgulloso de su historia, recuerda y revive fugazmente cada año, durante sus fiestas patronales, ritos y costumbres que se iniciaron en tiempos remotos y que sin estar escritas más que en el corazón de los bronchalenses se conservan y repiten cada año, haciendo quizás válido el dicho de que un pueblo que olvida sus historia está condenado a repetirla o a desaparecer. Entre los festejos y celebraciones de estos días de las Fiestas Patronales llama la atención de propios y extraños una costumbre secular: la sopeta.
La celebración matutina del santo Patrón da paso, recién estrenada la tarde, al jolgorio juvenil bañado en generoso vino tinto y regado con las animadas notas de la orquestina o conjunto musical de turno. El pueblo queda convertido, por obra y gracia del dios Baco, en una inmensa y variopinta cantina popular. El vino, más que beberse, colorea vestidos y cuerpos de los participantes, cuyas manchas lucen sobre sus blancas vestimentas como trofeos lúdicos de quien ha luchado y vencido en singular batalla con el dios Baco. Ésta es la sopeta de hoy, evolucionada en los últimos años al gusto de los jóvenes. Pero tal como la recuerdan los que peinan canas, nació como un rito meditado y profundo en torno al vino. El día de San Roque por la tarde, los habitantes de Bronchales y los pocos veraneantes de entonces se agrupaban en cuadrillas y, con parsimoniosa reverencia, se colocaban en torno a un balde, barreño, pozal o cualquier recipiente lleno de vino, obsequio del Ayuntamiento. Tan importante como el vino era la torta que cada cual aportaba desde su casa para completar el rito. Debidamente troceada, la torta era sumergida en el preciado líquido que, convenientemente endulzado, se sacaba del balde, y se comía en forma de sopas, de ahí su nombre. No faltaba en algún corro el jamón serrano, digno complemento a este jubiloso ritual.
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El rey de la Garnacha |
Actualización de la receta:
Lo cierto es que el equipo de investigación la ha tenido fácil esta vez. La razón es el excesivo respeto al mensaje ancestral que para nosotros transmite la combinación. Si debemos ser fieles a pan. Vino y azúcar poco margen queda para innovar. Por ello, lo que principalmente se ha tratado de hacer ha sido un cambio en las texturas del manjar.
Se conserva la base fundamental que será después remojada. En este punto ofrecemos una receta más pegada a la tradición, con pan de hogaza almozareño, y otra más vanguardista donde la base la forma un jugoso y absorbente bizcocho de la Plaza San Felipe.
El vino continúa siendo el otro elemento principal. En una clara apuesta por lo local y por el trabajo bien hecho, elegimos la variedad garnacha. Es habitual el caso de bodegas cuya esencia es el maltrato que se hace a esta uva, bien malogrando su potencial o simplemente machacándolo con cabernet y merlot ajenas a nuestro clima y tradición es evidente. Pero hay otras que la trabajan divinamente, como las del Campo de Borja que se recomiendan para la ocasión. El vino se presentará en forma de reducción, mucho más densa que el líquido original y con los sabores más concentrados. Por ello se recomiendan raciones menores que en la original.
Por último y como elemento esencialmente aromático hemos añadido un toque particular para cada una de las variaciones que proponemos. En el caso de utilizar pan unas gotas de miel ayudarán a redondear el bocado con recuerdos a romero campestre, y en el de bizcocho, una sutil elaboración de chocolate y manzana restará empalago y sumará sutilidad.
Sin nada más que añadir se despide el equipo de investigación gastronómica (Cisco Cerrada, Romina Petroiu y el Bolilla)
Salut
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Bronchales, guardián de la tradición de las sopetas |
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Sus cacaos nos fascinan |
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Sus azúcares nos embriagan |
Receta actualizada de sopetas
Ingredientes base salada (4 personas):
4 Rebanadas grandes y gruesas de pan de hogaza tierno de la Panadería Cubero (calle Monzón, barrio de La Almozara de Zaragoza) 1 Botella de Coto de Hayas Garnacha Centenaria (D.O. Campo de Borja)
100 gr Azúcar blanco
1 cucharada de miel de tomillo de El rebost de suquimel, cosecha de la Sierra de Albarracín
Ingredientes base dulce (4 personas):
Bizcocho artesano del Horno San Sebastián de la zaragozana Plaza de San Felipe
1 Botella de Coto de Hayas Garnacha Centenaria (D.O. Campo de Borja)
100 gr Azúcar blanco
1 onza Chocolate praliné con manzana asada de Chocolates Lacasa
Elaboración:
En una cazuela de tamaño medio verteremos el vino y llevaremos a ebullición sin cerrar, para que el agua se vaya evaporando. Cuando comience a hervir añadiremos el azúcar, la miel (en caso de que se vaya a utilizar la versión con pan) o la onza de chocolate (para la versión bizcocho). Dejaremos reducir dándole vueltas con una cuchara de madera. Debemos estar atentos a la espesura que vaya adquiriendo, pues la clave de una buena reducción está en su densidad. No la buscamos esta vez demasiado espesa, pues el objetivo es empapar el pan o el bizcocho con ella. La idea no es que se pueda untar como una pasta sino que al dejarla reposar sobre la rebanada, ésta la vaya absorbiendo lentamente.
Para no violentarnos con contrastes violentos, esta suculenta merienda se puede acompañar con cualquier garnacha de estas magníficas bodegas: el hermano pequeño Coto de Hayas del año, el mediano Coto de Hayas Garnacha Centenaria (que hemos reducido ya en la receta, pero una segunda botella para acompañar no estaría nada mal), o el afamado, definitivo, sublime, delicado, nunca suficientemente valorado, alabado y mil veces galardonado hermanito mayor, Fagus lleva por nombre.
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Vanguardia no reñida con la tradición ancestral |
EPIGRAMA
Al perderte yo a ti,
tú y yo hemos perdido:
Yo, porque tú eras
lo que yo más amaba,
y tú, porque yo era
el que te amaba más.
Pero de nosotros dos,
tú pierdes más que yo:
Porque yo podré
amar a otras
como te amaba a ti,
pero a ti nadie te amará
como te amaba yo.
Muchachas que algún día
leáis emocionadas estos versos
Y soñéis con un poeta
Sabed que yo los hice
para una como vosotras
y que fue en vano.
Ernesto Cardenal