lunes, 16 de abril de 2012

Menú del día del Patio de Don Julián (Zaragoza)


Menú del día del Patio de Don Julián: un lujoso y popular palacio del buen gusto

http://elpatiodedonjulian.blogspot.com.es/
La pena es que la conmemoración de la llegada de la Segunda República española cayera este año en fin de semana. Tengo la costumbre de celebrar, con mayor o menor boato, el 14 de abril, no con vocación de recuerdo, sino como deseo para el futuro. Y digo que es una pena por dos motivos. El primero es por mi creciente pasión por recorrer los menús del día zaragozanos para tomar el pulso a lo que de verdad se está fraguando en nuestros fogones. Nada dice más de la calidad y el trabajo de nuestros restaurantes que sus menús del día. Ahí es donde aparecen tal cual son. Sin florituras, abusos ni banalidades. Por ello, no quería celebrar una fecha importante con un festín de fin de semana. Éstos suelen ser desmedidos en precio y adornos que desvían la atención de lo importante: la comida. La otra razón es que me gusta brindar en este día tan especial en un día laborable. Recordemos que en su Artículo Primero, la Constitución de 1931, definía a España como una República de trabajadores de toda clase, y me parece un poco paradójico celebrarlo en fin de semana. Así que saqué mi agenda y busqué el lugar idóneo para la conmemoración, que esta vez tendría lugar el viernes día 13 de abril. De todos modos, en aquel día de 1931 las calles ya habían decidido acabar con una monarquía caduca y sin apoyos.

Salones amplios y mesas espaciosas
 El restaurante que buscaba debía reunir varias características para tal ocasión. En primer lugar quería un sitio bonito, cómodo y con cierto aire señorial. La identificación del mundo de los trabajadores con lo cutre y hortera es cosa de nostálgicos y denota una visión simplista y conservadora de la lucha de clases. Se puede ser currante, ir pelado de billetera y tener callos en las manos y ser una persona sensible, refinada y culta. Esto lo saben muy bien nuestros vecinos europeos del norte, pero es que aquí no nos quitamos los prejuicios ni con aguarrás. Por otro lado el precio debía ser popular. No me servía un establecimiento de caché donde el elitismo fuese un valor. La comida tendría que ser a la fuerza sencilla, honesta y sin demasiados guiños a la vanguardia, pues quería comer algo que pudiese ser lo más parecido posible a los platos de los años treinta. El servicio se requería profesional, atento, sin servidumbres y con simpatía. Además quería comer mucho. Sin complejos. Raciones contundentes para saciar un hambre histórico. Necesitaba comer ideología, dignidad y justicia. Paliar una carencia de vitaminas democráticas que padecen nuestros días. Militar en la abundancia que merecemos. Manifestar las ansias de igualdad. En fin, que necesitaba llenar el buche a base de bien.

La entrada supone un ritual de salto en el tiempo
¿Dónde encontrar el lugar apropiado? Pues muy cerca de mi casa, El Patio de Don Julián (C/ Don Teobaldo, 8-10. Telf. 976 201738). Mi asador de guardia. Buen restaurante a la carta que siempre resulta ideal para celebraciones y grandes reuniones. Pero no es esa la faceta que quiero destacar hoy. El Patio tiene uno de los menús del día mejor ideados de la ciudad. Destacan los asados, a la brasa o al horno, pero siempre en su punto óptimo. Precio popular, que con la subida ha quedado en once eurillos con pan, vino, agua y postre incluido. Ilustro a continuación el menú que caté un trece de abril, para un homenaje sentido y cariñoso, pero también necesario y rabioso. Una vez más: ¡Viva la República!, a voz en grito, sin vergüenza, sin dudas, con voz firme y decidida. ¡Viva la República!

La salida tras el digno menú es la luz al final del túnel

Menú del día de El Patio de Don Julián (13/4/2012)

Ambiente y servicio: Sin duda uno de los puntos fuertes de El Patio de Don Julián sea éste. Por sus espacios amplios y desahogados. Dispone de varios salones pero el dedicado a los menús del día es, quizá, la estrella de la casa. La altura y sus enormes dimensiones lo hacen idóneo para comidas de grandes grupos. El asador de brasa queda a vista del comensal encerrado en una pecera de cristal. Se evita el olor a humo y a la vez se pueden observar los alimentos dispuestos sobre las grandes parrillas. El personal de sala tiene la cualidad que tanto se añora ya en otros restaurantes. Prácticamente pasan desapercibidos. Los platos llegan y se recogen a buen ritmo. No hay esperas. Atienden cualquier demanda al instante. Te hacen pensar en que jamás debimos perder el camino de la profesionalidad. El intrusismo en el gremio es brutal, y eso se nota. Los cliente tenemos el deber moral de hacer pagar bien caro a los empresarios que, por ahorrarse cuatro cuartos sacrifican un buen servicio. Tenemos buenas escuelas de cocina. Hagamos gala de ello. El restaurante que nos trae hoy aquí lo sabe y mima la atención al cliente desde la recepción a la misma salida del local. Dejo aquí la imagen del amplio menú que se puede degustar por once euros con el pan, el vino, el agua y el postre incluidos.


Servicio de pan y vino: El vino de la casa es digno. Sin florituras, pero teniendo en cuenta el precio del menú, tenemos que ser realistas. Un tinto Viña Oria acompañará al cliente desde que se sienta a la mesa. Destacable la temperatura óptima de servicio, pues la moda de servir el tinto gélido, parece no haber llegado aquí, por suerte. Lo del pan es cosa bien distinta. Servido en una cesta en dos variedades: tostadas de pan de hogaza y buenos pedazos de barra de toda la vida. Vienen acompañados por un cuenco de tomate natural triturado para untarlo a voluntad. El mimo por este elemento de la comida hace presagiar la calidad de lo que vendrá luego. Con esa calidad no es de extrañar que muchas mesas repitan cesta tras cesta. Nos ponen difícil la contención. Es mejor rendirse a la tentación y untar en las salsas sin remordimientos. Ya vendrán días peores.


 Primeros platos: La oferta es variada y prácticamente recoge todas las posibilidades. Desde ensaladas bien compuestas y frescas a sopas y potajes, donde se mantiene la costumbre española de dejar sobre la mesa un gran cuenco de barro para que el cliente se sirva a voluntad. Mis platos estrella son el carpaccio de ternera para los días carnívoros y las patatas y cebollas asadas para los cuando se necesite calor en el cuerpo.

Completa, sencilla y abundante
Ternera del carpaccio jugosa y de calidad. Una pena la temperatura, demasiado fría.
Segundos platos: Suelo ignorar la oferta pescatera para centrarme en la brasa. No hay muchos establecimientos que ofrezcan tal variedad de carne a la brasa al precio de menú. El morro, la butifarra fresca y el conejo ya son viejos amigos de un servidor. El acompañamiento de patatas asadas suele ser magnífico en todos ellos, y el alioli, aunque falso al tratarse de una mayonesa con ajo, decente.

Merluza. Digna, pero sin el punto tan acertado de la carne. Buena salsa para una materia prima sólo aceptable

Aquí es donde el restaurante brilla con luz propia.
Postres: No hace falta preguntar sobre si los clásicos flanes, cuajadas, natillas y arroz con leche son caseros. Siempre lo son en El Patio. Suele haber otros, pero los olvido con la misma facilidad con que el camarero los canta. Sería recomendable que desapareciera la pseudonata de bote que se termina desparramando sobre bocados tan delicados. Sabores a huevo, leche, azúcar y harina pondrán un buen final a la comida.

Caseros...

...y demasiado contundentes tras la siempre copiosa comida

No hay comentarios: