Menú
del día del Patio de Don Julián: un lujoso y popular palacio del buen gusto
http://elpatiodedonjulian.blogspot.com.es/ |
La pena es que la conmemoración de la llegada de la Segunda
República española cayera este año en fin de semana. Tengo la costumbre de
celebrar, con mayor o menor boato, el 14 de abril, no con vocación de recuerdo,
sino como deseo para el futuro. Y digo que es una pena por dos motivos. El
primero es por mi creciente pasión por recorrer los menús del día zaragozanos
para tomar el pulso a lo que de verdad se está fraguando en nuestros fogones.
Nada dice más de la calidad y el trabajo de nuestros restaurantes que sus menús
del día. Ahí es donde aparecen tal cual son. Sin florituras, abusos ni banalidades.
Por ello, no quería celebrar una fecha importante con un festín de fin de semana.
Éstos suelen ser desmedidos en precio y adornos que desvían la atención de lo
importante: la comida. La otra razón es que me gusta brindar en este día tan
especial en un día laborable. Recordemos que en su Artículo Primero, la
Constitución de 1931, definía a España como una República de trabajadores de
toda clase, y me parece un poco paradójico celebrarlo en fin de semana. Así que
saqué mi agenda y busqué el lugar idóneo para la conmemoración, que esta vez
tendría lugar el viernes día 13 de abril. De todos modos, en aquel día de 1931
las calles ya habían decidido acabar con una monarquía caduca y sin apoyos.
Salones amplios y mesas espaciosas |
El restaurante que buscaba debía reunir varias
características para tal ocasión. En primer lugar quería un sitio bonito,
cómodo y con cierto aire señorial. La identificación del mundo de los
trabajadores con lo cutre y hortera es cosa de nostálgicos y denota una visión
simplista y conservadora de la lucha de clases. Se puede ser currante, ir
pelado de billetera y tener callos en las manos y ser una persona sensible,
refinada y culta. Esto lo saben muy bien nuestros vecinos europeos del norte,
pero es que aquí no nos quitamos los prejuicios ni con aguarrás. Por otro lado
el precio debía ser popular. No me servía un establecimiento de caché donde el
elitismo fuese un valor. La comida tendría que ser a la fuerza sencilla,
honesta y sin demasiados guiños a la vanguardia, pues quería comer algo que
pudiese ser lo más parecido posible a los platos de los años treinta. El
servicio se requería profesional, atento, sin servidumbres y con simpatía.
Además quería comer mucho. Sin complejos. Raciones contundentes para saciar un
hambre histórico. Necesitaba comer ideología, dignidad y justicia. Paliar una
carencia de vitaminas democráticas que padecen nuestros días. Militar en la
abundancia que merecemos. Manifestar las ansias de igualdad. En fin, que
necesitaba llenar el buche a base de bien.
La entrada supone un ritual de salto en el tiempo |
¿Dónde encontrar el lugar apropiado? Pues muy cerca de mi
casa, El Patio de Don Julián (C/ Don Teobaldo, 8-10. Telf. 976 201738). Mi asador de guardia. Buen restaurante a la carta
que siempre resulta ideal para celebraciones y grandes reuniones. Pero no es
esa la faceta que quiero destacar hoy. El Patio tiene uno de los menús del día
mejor ideados de la ciudad. Destacan los asados, a la brasa o al horno, pero
siempre en su punto óptimo. Precio popular, que con la subida ha quedado en
once eurillos con pan, vino, agua y postre incluido. Ilustro a continuación el
menú que caté un trece de abril, para un homenaje sentido y cariñoso, pero
también necesario y rabioso. Una vez más: ¡Viva la República!, a voz en grito,
sin vergüenza, sin dudas, con voz firme y decidida. ¡Viva la República!
La salida tras el digno menú es la luz al final del túnel |
Menú del día de El
Patio de Don Julián (13/4/2012)
Ambiente y servicio: Sin duda uno de los puntos
fuertes de El Patio de Don Julián sea éste. Por sus espacios amplios y
desahogados. Dispone de varios salones pero el dedicado a los menús del día es,
quizá, la estrella de la casa. La altura y sus enormes dimensiones lo hacen
idóneo para comidas de grandes grupos. El asador de brasa queda a vista del
comensal encerrado en una pecera de cristal. Se evita el olor a humo y a la vez
se pueden observar los alimentos dispuestos sobre las grandes parrillas. El
personal de sala tiene la cualidad que tanto se añora ya en otros restaurantes.
Prácticamente pasan desapercibidos. Los platos llegan y se recogen a buen
ritmo. No hay esperas. Atienden cualquier demanda al instante. Te hacen pensar
en que jamás debimos perder el camino de la profesionalidad. El intrusismo en
el gremio es brutal, y eso se nota. Los cliente tenemos el deber moral de hacer
pagar bien caro a los empresarios que, por ahorrarse cuatro cuartos sacrifican
un buen servicio. Tenemos buenas escuelas de cocina. Hagamos gala de ello. El
restaurante que nos trae hoy aquí lo sabe y mima la atención al cliente desde
la recepción a la misma salida del local. Dejo aquí la imagen del amplio menú
que se puede degustar por once euros con el pan, el vino, el agua y el postre
incluidos.
Servicio de pan y vino: El vino de la casa es digno.
Sin florituras, pero teniendo en cuenta el precio del menú, tenemos que ser
realistas. Un tinto Viña Oria acompañará al cliente desde que se sienta a la
mesa. Destacable la temperatura óptima de servicio, pues la moda de servir el
tinto gélido, parece no haber llegado aquí, por suerte. Lo del pan es cosa bien
distinta. Servido en una cesta en dos variedades: tostadas de pan de hogaza y
buenos pedazos de barra de toda la vida. Vienen acompañados por un cuenco de
tomate natural triturado para untarlo a voluntad. El mimo por este elemento de
la comida hace presagiar la calidad de lo que vendrá luego. Con esa calidad no
es de extrañar que muchas mesas repitan cesta tras cesta. Nos ponen difícil la
contención. Es mejor rendirse a la tentación y untar en las salsas sin remordimientos.
Ya vendrán días peores.
Primeros platos: La oferta es variada y prácticamente
recoge todas las posibilidades. Desde ensaladas bien compuestas y frescas a
sopas y potajes, donde se mantiene la costumbre española de dejar sobre la mesa
un gran cuenco de barro para que el cliente se sirva a voluntad. Mis platos
estrella son el carpaccio de ternera para los días carnívoros y las patatas y
cebollas asadas para los cuando se necesite calor en el cuerpo.
Completa, sencilla y abundante |
Ternera del carpaccio jugosa y de calidad. Una pena la temperatura, demasiado fría. |
Segundos platos: Suelo ignorar la oferta pescatera para
centrarme en la brasa. No hay muchos establecimientos que ofrezcan tal variedad
de carne a la brasa al precio de menú. El morro, la butifarra fresca y el
conejo ya son viejos amigos de un servidor. El acompañamiento de patatas asadas
suele ser magnífico en todos ellos, y el alioli, aunque falso al tratarse de
una mayonesa con ajo, decente.
Merluza. Digna, pero sin el punto tan acertado de la carne. Buena salsa para una materia prima sólo aceptable |
Aquí es donde el restaurante brilla con luz propia. |
Postres: No hace falta preguntar sobre si los
clásicos flanes, cuajadas, natillas y arroz con leche son caseros. Siempre lo
son en El Patio. Suele haber otros, pero los olvido con la misma facilidad con
que el camarero los canta. Sería recomendable que desapareciera la pseudonata
de bote que se termina desparramando sobre bocados tan delicados. Sabores a
huevo, leche, azúcar y harina pondrán un buen final a la comida.
Caseros... |
...y demasiado contundentes tras la siempre copiosa comida |
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