jueves, 12 de abril de 2012

Bocadillo de cola de Pink Panther: longaniza de frontera


Bocadillo de cola de Pink Panther: longaniza de frontera

Reconozco cierto desequilibrio mental al relacionar
de manera intuitiva a Pink Panther con la longaniza
Quién escribe estas líneas no es un gran aficionado al deporte. De hecho, sus prejuicios históricos le hacen ver en la actividad física una cierta reminiscencia de los regímenes totalitarios del siglo XX. De hecho fueron ellos quienes la potenciaron en contraposición al pensamiento. Acción en vez de razón. La incluyeron en los planes de estudio, y dirigieron toda la propaganda de sus aparatos estatales a cantar sus alabanzas. Pero está claro que esto es una simplificación tremendamente injusta. 

Cántico a la actividad física de los regímenes totalitarios
La Historia da para todo. Como miembro defraudado del ramo historiográfico he aprendido que toda argumentación que se fundamente exclusivamente en factores históricos peca de una inocencia irrisoria. En muchas ocasiones el pasado es capaz de mostrar una teoría y su contraria, por ello, en ocasiones, abrazo a los clásicos y su ment sana in corpore sano, y me aventuro en el increíble mundo del sudor y las taquicardias inducidas.

Siempre es necesario
regresar a los clásicos


El último de mis arrebatos deportivos fue toda una odisea, ya que pienso que si hay que hacer algo, que sea a lo grande. Me propuse, nada menos, llegar hasta el Delta de mi Ebro, siguiendo en todo momento su serpenteante ribera. Desde Zaragoza a la urbanización Riumar del Deltebre. 430 Kilómetros de camino pedregoso y mundo rural. Un pingüino en un garaje cantaría menos que un urbanita woodyallianero como yo. Pues, bien, pasados los días puedo afirmar que fue una experiencia de lo más gratificante. Sin riesgo a engancharme a la vida físicamente activa, pero con la satisfacción del trabajo bien hecho, y contra todo pronóstico, llegué a la meta sin problemas. Gracias a una buena equipación y a un guía de mucho nivel fui cumpliendo las etapas según el plan previsto. Llené durante seis maratonianas jornadas mis pulmones de oxígeno, respiré aromas de romero y tomillo, expulsé mis demonios a golpe de pedalada, sentí mi corazón latir como el de un adolescente enamorado y, por supuesto, probé bocados rurales casi olvidados por la moderna civilización. Éstos los iré desgranando en días posteriores, pero el que hoy traigo aquí quiero que sea el primero. Por humilde, por clásico, por su valor simbólico y porque fue la dosis de dopaje que me permitió alcanzar el objetivo. ¿Qué puede reunir todas esas características? Unos exquisitos bocadillos de longaniza.

Secadero de longanizas en El Terrizo (Villafranca de Ebro)
No es que ponga reparos al amplio y afamado mundo choricero, pero quienes siempre tenemos un ojo puesto en el Mediterráneo conformamos una casta diferente. El chorizo pertenece por derecho propio al mundo ibérico de interior y occidental. El frío y la humedad hacen que el cuerpo pida contundencia de sabores. Nuestro ámbito levantino nos ha dirigido hacia sabores mucho más matizados, dulzones y especiados. El embutido que simboliza esos valores es la longaniza o llonganissa para el mundo catalanoparlante. Cruda, a la plancha, a la brasa, seca en formato grueso o de Pascua, con toques más dulzones, o acanelados, con mayor o menor toque de pimienta, en bocadillo o como apaño de guisos o migas, compañera inseparable del huevo frito. En Aragón se elaboran de manera magistral en una infinidad de lugares, pero la fama de los secaderos de la provincia de Teruel y de la villa oscense de Graus son los buques insignia de nuestro embutido. No añadir a mi querido obrador de Villafranca de Ebro y su firma de luxe, El Terrizo sería un pecado imperdonable. Por su parte, en el lado catalán, zonas como la Plana de Vich, Olot y Berga resisten el empuje de la infame Área de Guisona, que rebaja el nivel de los ingredientes y abarata precios haciendo casi insostenible la producción de quienes se quieren quedar fuera de su monopolio. Algún día lo pagaremos, pero será demasiado tarde.


Al grano, que es a lo que venimos en un foro gastronómico. Pues bien, he de decir que las jornadas intermedias de la ruta las superé gracias a la longaniza. Desde Caspe hasta Vinebre sobreviví gracias a mi embutido preferido en forma de bocadillos. Fueron unas etapas donde se conjuraron tres de mis pasiones: una tierra de frontera y mestizaje, el esplendor delecosistema mediterráneo en primavera y una longaniza de primerísima calidad.

Consejo de Aragón.
Sueños igualitarios


Cuatro fueron los tipos del dulce embutido que caté aquellos días. El primero en forma de longaniza de Pascua adquirida en un comercio local caspolino. Tras recorrer el pueblo recordando su enorme significación histórica, no por el dichoso Compromiso, sino por ostentar la capitalidad del malogrado e injustamente olvidado Consejo de Aragón, nos decidimos a echarle el guante a unos productos locales. Ahí estaba tan ufana, ni demasiado cruda ni tan reseca que rete la calidad de mi dentadura. El punto óptimo previsto para unos días de Semana Santa, que es cuando debe consumirse, como su nombre indica. Delgada y flexible, acompañada de un buen pedazo de pan de aceite en forma de cañada tradicional, se le dio cuenta con los pies casi hundidos en las aguas del Ebro tras una jornada de esfuerzo brutal.

Longaniza de Pascua y pan de cañada de aceite

Bar del camping Lake Caspe: una agradable sorpresa
A diecisiete hermosísimos kilómetrosde Caspe por la ribera se encuentra el camping Lake Caspe. Como no teníamos otra parada prevista hasta Mequinenza decidimos hacer el alto del mediodía en él. Vaya sorpresa de lugar. Paraíso poco conocidopara los aragoneses, pues estaba repleto de pescadores de toda nacionalidad imaginable. Dispone de un bar magnífico que aceptó el reto de prepararnos unos bocadillos de longaniza como dos castillos. Jarras cerveceras rebosantes fueron necesarias para su ingesta. Pan con tomate sin preguntar, como se supone a una zona cercana al ámbito catalán. Longaniza muy especiada, con agradable abuso de pimienta y ultraaromática. Rodeados por el aroma de los arbustos rebosantes de sabia primaveral el manjar fue apoteósico. Segundo asalto superado.

Vista del Mar de Aragón desde la ribera Sur

Paraíso de pescadores a orillas del Ebro



El tercer momento longanicero llegó en la población de Almatret. Se trata del primer pueblo catalán y eso se nota por las influencias aragonesas en la zona, del mismo modo que ya en Mequinenza se puede respirar un catalanismo que aporta personalidad y riqueza. Uno se entristece cuando percibe la utilización del sentimiento de pertenencia a un pueblo por los intereses políticos. Quién viaje por esas desconocidas tierras, se dará cuenta de que existe un pueblo sin nombre. No es Cataluña ni Aragón sino, como diría aquél, todo lo contrario. Los nacionalismos han hecho mucho daño a la convivencia, pero si se indaga un poco aparece el espíritu integrador. El que mira al otro con respeto y voluntad integradora. 

Proyector con el que disfruté mis primeros
contactos con La Pantera Rosa.
Un clásico
Un Aragón catalanizado y una Cataluña aragonizada conviven por encima de ideologías rancias y negativas. Espero que por mucho tiempo. Esta voluntad acogedora y hospitalaria fue la que sentimos al llegar a la plaza de la localidad. Nos trataron como reyes y nos ofrecieron el mejor bocadillo de longaniza de la ruta, y es mucho decir, por la alta calidad de todos ellos. Llegó a tal punto la preocupación por nuestra comodidad que se llegó a cambiar la TV3 por la Primera en un gesto de deferencia. Hubo hasta discusión por el tema. Catalanoparlantes que renunciaban a su lengua por nosotros y castellanoparlantes insistiendo en que todo siguiera como era habitual. Hoy me río de la situación, pero en ese momento me sentí en un pequeño pueblo grande. Grande por su generosidad y, por supuesto, por su longaniza. Era la más adaptada a mi gusto. Rebosante de canela y dulces especias, su toque rosado nos hizo rememorar el largo apéndice  de un personaje peculiar y genial. La Pantera Rosa estaba ahí. Bien asada entre pan de pueblo untado con tomate y rociado de aceite. Perdón, ilustre señora, pero le voy a pegar un bocado en la cola que se va a enterar.

Calle de Almatret.
Tierra de mestizaje, integración y llonganisses
Bar del pueblo y parroquianos habituales
Color rosáceo y excelente pan con tomate
El último capítulo del ingrediente del día llegó en un ambiente muy distinto. Conforme nos acercábamos a la localidad de Miravet, todo el imaginario y las huellas de la Batalla del Ebro se nos venían a la cabeza en cada pedalada. Por esas tierras duras tuvo lugar el último gran empuje de un Franco bien amparado por los fascistas italianos y alemanes, mientras que la fatídica batalla supuso para la República española la pérdida de la última esperanza de resistencia. Olvidada por las democracias en un acto de cobardía y sólo apoyada por una interesada Unión Soviética sacrificó la vida de miles de valientes defensores de la libertad. 

 Con el espíritu de bajón decidimos parar en el pueblo para homenajear a aquellos héroes que hoy nos permiten vivir en libertad. ¿Cómo hacerlo? Pues del modo que mejor sabemos, comiendo. Bocadillo número cuatro. Estrecha barra de pan con tomate y una fina y exquisita longaniza con sabor a carne magra potente y sin complejos.

Otra de las sorpresas de la ruta.
Bar L´Estel de Miravet 
Delgadita y especiada. El queso fundido le aportó empaque
Entre fronteras abiertas, pescadores, panteras y héroes pasamos tres etapas que se prometían algo aburridas, pero que resultaron intensas, emocionantes y sorprendentes. Ah, y casi se me olvida, sabrosas.

Presente...

...y un pasado que jamás debería repetirse.
Comparativa de Miravet (Guerra Civil-Actualidad)

1 comentario:

Cecilia dijo...

Hay David, hace días que no navego ni en tus lagos ni en los míos, pero el reencuentro con tu mundoMediterráneo casi me hace llorar, de emoción y de envidia (¡y yo cobarde como fui que no quise arriesgarme a la lluvia en la costa y tú...¡te la has pedaleado entera!). El mismo trayecto que yo amo y hago tantas veces pero ¡a lo agreste!, con recompensas y sorpresas y ¡cómo no: con recuerdos históricos y aportaciones personales:¡gracias!