Bocadillo
de cola de Pink Panther: longaniza de frontera
Reconozco cierto desequilibrio mental al relacionar de manera intuitiva a Pink Panther con la longaniza |
Quién escribe estas líneas no es un gran aficionado al
deporte. De hecho, sus prejuicios históricos le hacen ver en la actividad
física una cierta reminiscencia de los regímenes totalitarios del siglo XX. De
hecho fueron ellos quienes la potenciaron en contraposición al pensamiento.
Acción en vez de razón. La incluyeron en los planes de estudio, y dirigieron
toda la propaganda de sus aparatos estatales a cantar sus alabanzas. Pero está
claro que esto es una simplificación tremendamente injusta.
Cántico a la actividad física de los regímenes totalitarios |
La Historia da para
todo. Como miembro defraudado del ramo historiográfico he aprendido que toda
argumentación que se fundamente exclusivamente en factores históricos peca de
una inocencia irrisoria. En muchas ocasiones el pasado es capaz de mostrar una
teoría y su contraria, por ello, en ocasiones, abrazo a los clásicos y su ment sana in corpore sano, y me aventuro
en el increíble mundo del sudor y las taquicardias inducidas.
Siempre es necesario regresar a los clásicos |
El último de mis arrebatos deportivos fue toda una odisea,
ya que pienso que si hay que hacer algo, que sea a lo grande. Me propuse, nada
menos, llegar hasta el Delta de mi Ebro, siguiendo en todo momento su
serpenteante ribera. Desde Zaragoza a la urbanización Riumar del Deltebre. 430
Kilómetros de camino pedregoso y mundo rural. Un pingüino en un garaje cantaría
menos que un urbanita woodyallianero como yo. Pues, bien, pasados los días
puedo afirmar que fue una experiencia de lo más gratificante. Sin riesgo a
engancharme a la vida físicamente activa, pero con la satisfacción del trabajo
bien hecho, y contra todo pronóstico, llegué a la meta sin problemas. Gracias a
una buena equipación y a un guía de mucho nivel fui cumpliendo las etapas según
el plan previsto. Llené durante seis maratonianas jornadas mis pulmones de
oxígeno, respiré aromas de romero y tomillo, expulsé mis demonios a golpe de
pedalada, sentí mi corazón latir como el de un adolescente enamorado y, por
supuesto, probé bocados rurales casi olvidados por la moderna civilización.
Éstos los iré desgranando en días posteriores, pero el que hoy traigo aquí
quiero que sea el primero. Por humilde, por clásico, por su valor simbólico y
porque fue la dosis de dopaje que me permitió alcanzar el objetivo. ¿Qué puede
reunir todas esas características? Unos exquisitos bocadillos de longaniza.
Secadero de longanizas en El Terrizo (Villafranca de Ebro) |
No es que ponga reparos al amplio y afamado mundo choricero,
pero quienes siempre tenemos un ojo puesto en el Mediterráneo conformamos una
casta diferente. El chorizo pertenece por derecho propio al mundo ibérico de
interior y occidental. El frío y la humedad hacen que el cuerpo pida
contundencia de sabores. Nuestro ámbito levantino nos ha dirigido hacia sabores
mucho más matizados, dulzones y especiados. El embutido que simboliza esos
valores es la longaniza o llonganissa para el mundo catalanoparlante. Cruda, a
la plancha, a la brasa, seca en formato grueso o de Pascua, con toques más
dulzones, o acanelados, con mayor o menor toque de pimienta, en bocadillo o
como apaño de guisos o migas, compañera inseparable del huevo frito. En Aragón
se elaboran de manera magistral en una infinidad de lugares, pero la fama de
los secaderos de la provincia de Teruel y de la villa oscense de Graus son los
buques insignia de nuestro embutido. No añadir a mi querido obrador de
Villafranca de Ebro y su firma de luxe, El Terrizo sería un pecado
imperdonable. Por su parte, en el lado catalán, zonas como la Plana de Vich,
Olot y Berga resisten el empuje de la infame Área de Guisona, que rebaja el
nivel de los ingredientes y abarata precios haciendo casi insostenible la
producción de quienes se quieren quedar fuera de su monopolio. Algún día lo
pagaremos, pero será demasiado tarde.
Al grano, que es a lo que venimos en un foro gastronómico.
Pues bien, he de decir que las jornadas intermedias de la ruta las superé
gracias a la longaniza. Desde Caspe hasta Vinebre sobreviví gracias a mi
embutido preferido en forma de bocadillos. Fueron unas etapas donde se
conjuraron tres de mis pasiones: una tierra de frontera y mestizaje, el
esplendor delecosistema mediterráneo en primavera y una longaniza de
primerísima calidad.
Consejo de Aragón. Sueños igualitarios |
Cuatro fueron los tipos del dulce embutido que caté aquellos
días. El primero en forma de longaniza de Pascua adquirida en un comercio local
caspolino. Tras recorrer el pueblo recordando su enorme significación
histórica, no por el dichoso Compromiso, sino por ostentar la capitalidad del
malogrado e injustamente olvidado Consejo de Aragón, nos decidimos a echarle el
guante a unos productos locales. Ahí estaba tan ufana, ni demasiado cruda ni
tan reseca que rete la calidad de mi dentadura. El punto óptimo previsto para
unos días de Semana Santa, que es cuando debe consumirse, como su nombre
indica. Delgada y flexible, acompañada de un buen pedazo de pan de aceite en
forma de cañada tradicional, se le dio cuenta con los pies casi hundidos en las
aguas del Ebro tras una jornada de esfuerzo brutal.
Longaniza de Pascua y pan de cañada de aceite |
Bar del camping Lake Caspe: una agradable sorpresa |
A diecisiete hermosísimos kilómetrosde Caspe por la ribera
se encuentra el camping Lake Caspe. Como no teníamos otra parada prevista hasta
Mequinenza decidimos hacer el alto del mediodía en él. Vaya sorpresa de lugar.
Paraíso poco conocidopara los aragoneses, pues estaba repleto de pescadores de
toda nacionalidad imaginable. Dispone de un bar magnífico que aceptó el reto de
prepararnos unos bocadillos de longaniza como dos castillos. Jarras cerveceras
rebosantes fueron necesarias para su ingesta. Pan con tomate sin preguntar,
como se supone a una zona cercana al ámbito catalán. Longaniza muy especiada,
con agradable abuso de pimienta y ultraaromática. Rodeados por el aroma de los
arbustos rebosantes de sabia primaveral el manjar fue apoteósico. Segundo
asalto superado.
Vista del Mar de Aragón desde la ribera Sur |
Paraíso de pescadores a orillas del Ebro |
El tercer momento longanicero llegó en la población de
Almatret. Se trata del primer pueblo catalán y eso se nota por las influencias
aragonesas en la zona, del mismo modo que ya en Mequinenza se puede respirar un
catalanismo que aporta personalidad y riqueza. Uno se entristece cuando percibe
la utilización del sentimiento de pertenencia a un pueblo por los intereses
políticos. Quién viaje por esas desconocidas tierras, se dará cuenta de que
existe un pueblo sin nombre. No es Cataluña ni Aragón sino, como diría aquél,
todo lo contrario. Los nacionalismos han hecho mucho daño a la convivencia,
pero si se indaga un poco aparece el espíritu integrador. El que mira al otro
con respeto y voluntad integradora.
Proyector con el que disfruté mis primeros contactos con La Pantera Rosa. Un clásico |
Un Aragón catalanizado y una Cataluña
aragonizada conviven por encima de ideologías rancias y negativas. Espero que
por mucho tiempo. Esta voluntad acogedora y hospitalaria fue la que sentimos al
llegar a la plaza de la localidad. Nos trataron como reyes y nos ofrecieron el
mejor bocadillo de longaniza de la ruta, y es mucho decir, por la alta calidad
de todos ellos. Llegó a tal punto la preocupación por nuestra comodidad que se
llegó a cambiar la TV3 por la Primera en un gesto de deferencia. Hubo hasta
discusión por el tema. Catalanoparlantes que renunciaban a su lengua por nosotros
y castellanoparlantes insistiendo en que todo siguiera como era habitual. Hoy
me río de la situación, pero en ese momento me sentí en un pequeño pueblo
grande. Grande por su generosidad y, por supuesto, por su longaniza. Era la más
adaptada a mi gusto. Rebosante de canela y dulces especias, su toque rosado nos
hizo rememorar el largo apéndice de un
personaje peculiar y genial. La Pantera Rosa estaba ahí. Bien asada entre pan
de pueblo untado con tomate y rociado de aceite. Perdón, ilustre señora, pero
le voy a pegar un bocado en la cola que se va a enterar.
Calle de Almatret. Tierra de mestizaje, integración y llonganisses |
Bar del pueblo y parroquianos habituales |
Color rosáceo y excelente pan con tomate |
El último capítulo del ingrediente del día llegó en un ambiente
muy distinto. Conforme nos acercábamos a la localidad de Miravet, todo el
imaginario y las huellas de la Batalla del Ebro se nos venían a la cabeza en
cada pedalada. Por esas tierras duras tuvo lugar el último gran empuje de un
Franco bien amparado por los fascistas italianos y alemanes, mientras que la
fatídica batalla supuso para la República española la pérdida de la última
esperanza de resistencia. Olvidada por las democracias en un acto de cobardía y
sólo apoyada por una interesada Unión Soviética sacrificó la vida de miles de
valientes defensores de la libertad.
Otra de las sorpresas de la ruta. Bar L´Estel de Miravet |
Delgadita y especiada. El queso fundido le aportó empaque |
Entre fronteras abiertas, pescadores, panteras y héroes
pasamos tres etapas que se prometían algo aburridas, pero que resultaron
intensas, emocionantes y sorprendentes. Ah, y casi se me olvida, sabrosas.
Presente... |
...y un pasado que jamás debería repetirse. Comparativa de Miravet (Guerra Civil-Actualidad) |
1 comentario:
Hay David, hace días que no navego ni en tus lagos ni en los míos, pero el reencuentro con tu mundoMediterráneo casi me hace llorar, de emoción y de envidia (¡y yo cobarde como fui que no quise arriesgarme a la lluvia en la costa y tú...¡te la has pedaleado entera!). El mismo trayecto que yo amo y hago tantas veces pero ¡a lo agreste!, con recompensas y sorpresas y ¡cómo no: con recuerdos históricos y aportaciones personales:¡gracias!
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