Tenía entre otras muchas manías la de fumar sólo en el interior de los bares. Era una norma inquebrantada durante varios años. Aun así, Cisco fumaba en torno al paquete diario de tabaco negro. Era una fácil deducción matemática la gran cantidad de tiempo que pasaba en ellos. Aquél no lo conocía antes de entrar a trabajar de mentiroso en el mercado, pero lo cierto era que había oído hablar de él, y en buenos términos. El actor pronto emitió su diagnóstico sobre el local,.. Se trataba de un bar con doble personalidad, bipolar. Dependiendo de la hora del día se mostraba con personalidad distinta, incluso opuesta. Si por la mañana bajaban de los despachos jovencitos oficinistas a desayunar, por la tarde lo hacían sus jefes, y las mujeres de sus jefes a la hora de la merienda. Excelente bollería de horno artesano, siempre fresca pues Cisco veía la furgoneta repartidora aparcada junto al mercado varias veces al día. No era menos selecta la pastelería, sólo al alcance de las tarjetas de crédito de las esposas de alta sociedad, sin duda surtida de Ascaso, que se encuentra a la vuelta de la esquina.
Los empleados y sus jefes comparten local, pero no horario |
Dulce objeto de deseo |
Aquel día Cisco se estaba divirtiendo de nuevo observando el juego de poder que se estaba desarrollando en el establecimiento entre señoras que conocía como clientas del mercado. Si por la mañana las veía murmurar por lo bajo sobre el precio del jamón o de las lechugas, por la tarde gastaban sin preguntar verdaderas forunas en aquellos deliciosos pasteles. Las reglas del juego eran claras y, básicamente, consistían en ver quien era la que pedía el pastel más elegante y caro del expositor y era capaz de resistirse a él por más tiempo. Quedaban sobre las mesas las obras de arte prácticamente intactas. Apenas faltaban una o dos cucharaditas de cada uno. De vez en cuando hasta sobraba la mitad de alguno al que su correspondiente había sucumbido esa tarde, costándole la vergüenza y los comentarios socarrones del resto de jugadoras. Los camareros iban y venían retirando de las mesas los suculentos restos. Huellas del honor intacto de muchas y de la vergüenza de alguna que se excedió en su glotonería.
Pensaba, ante la vista de una oscura y brillante pieza intacta que estaban retirando en ese momento, que aquella noche al llegar a casa iba a invertir un par de horas en regalarse una buena tarta Sacher. Al día siguiente era su cumpleaños. Hecho que guardó en sepulcral secreto ante los pocos amigos que conservaba y sobre todo ante sus nuevos compañeros del mercado. Prefería celebrarlo con Cinteta, a la que seguro iba a alegrar un gran pedazo de Sacher sobre su comedero de plástico a la mañana siguiente.
Refresca la mente |
Las señoras iban dejando paso a un reguero de, esta vez si, no como los polluelos de por la mañana, bien trajeados ejecutivos que, cerradas las oficinas compartían faroles y gintonics acodados en la larga barra del Gora. Cual pescadores tras un día faenando se contaban la gran cantidad de negocios millonarios que habían resuelto durante la jornada, y conforme los tubos se acumulaban delante de ellos sus ojos delataban la puta vida que les había tocado vivir. Ese día no pudo ver el final de la película, pues cerca de las ocho escuchó el sonido de las ambulancias que llegaban a la plaza y subiéndose a la pequeña zona peatonal, atrajeron la atención de los viandantes y los residentes que salían a los balcones. Cisco se apresuró a salir del bar al intuir que podría tratase de alguien del mercado, pero se alivió al ver entrar a los camilleros al portal de enfrente del mismo.
Cinta extrañará su ausencia |
Apostado junto a la cinta que la policía local había desplegado entre la entrada al portal y la ambulancia, Cisco observaba la escena que rompía la monotonía vespertina de la zona. La inquietud fue creciendo a medida que pasaban los minutos, y un mal presagio inundó la visión de la escena. Sin duda conocía a casi toda la comunidad de vecinos como clientes del mercado, que estaba justo enfrente, pero especialmente había una persona con la que el actor mantenía una relación especial. Se trataba de doña Angustias, la viejecita que dejaba un paquetito encargado y pagado para el mozo del mercado. Paquete que siempre contenía los ingredientes necesarios para montar un buen bocadillo de mortadela, bien en su versión fresca, o si la economía se lo permitía en la ahumada. Pero como el mal augurio se cumpliese, quien verdaderamente iba a lamentar la muerte de la benefactora sería la pequeña Cinteta, destinataria final del obsequio.
- Estaba muy mayor, la pobre- afirmaba con voz de resignación una voz justo detrás de Cisco.
- Si- asentía otra, que se atrevía a añadir- Por fin ha descansado la pobre-
Siguieron repitiéndose tópicos seculares y frases hechas entre la concurrencia, pero ninguno de los comentarios sacaba de dudas al mozo del mercado, que seguía temiendo lo peor.
Cuando por fin apareció por el portal la camilla, arrastra por dos forzudos empleados, las decenas de personas que todavía se agrupaban para curiosear, vieron recompensado su esfuerzo con una escena cómica digna del mismísimo Louis de Funes, tan admirado por nuestro actor. El cuerpo yacía sobre la camilla envuelto meticulosamente en una sábana que le cubría totalmente la cabeza. Hecho éste del que se deducía la presencia de la muerte escondida bajo ella. Quiso la casualidad y un adoquín mal colocado en la calzada que una de las ruedas delanteras de la camilla se atascase en una de las ranuras que adornaban y daban falso sabor antiguo a la calle. Este hecho provocó que todo el mecanismo que sostenía el eje delantero del vehículo se plegase, haciendo resbalar el cuerpo inerte hacia delante y precipitándose sobre el camillero, que en un ademán de frenarlo estuvo a punto de caerse al suelo. Se rehizo el forzudo y sujetó el cadáver. Los gritos de histeria de los espectadores se tornaron en suspiros de alivio, y el camillero, deseoso, por lo visto, de exhibir más su condición atlética. Agarró el pequeño cuerpo y, echándoselo a la espalda se introdujo por la trasera de la ambulancia lanzando sonrisas triunfantes a su público.
No hubiese supuesto más que una escena graciosa más, una anécdota que contar al día siguiente en el bar o en el trabajo, de no ser porque con la violencia del movimiento, la sábana resbaló por el rostro inerte mostrando la cruda realidad de la muerte. En efecto, ese era el último viaje de doña Angustias que nunca volvería a cargar con la cesta de mimbre por los pasillos del mercado. Era de las pocas que aun utilizaba ese método, sin duda menos práctico que los modernos carros de la compra, pero demostraba un nivel estético muy alejado y superior que el del resto de la clientela, ya adictos al nylon. Doña Angustias iniciaba con rebeldía su viaje hacia el más allá.
- En paz descanse la vieja- Pensó con cariño Cisco, que ignorando los comentarios macabros del entornó, salió del corrillo y se dirigió, cabizbajo, al mercado para terminar las últimas tareas del día.
Apiló en el almacén de la sección de frutas y verduras las últimas cajas vacías que recogió de los puestos. Ahuyentó a dos pedigüeños que pretendían entrar por el pequeño hueco que dejaba la persiana, ya bajada, de la puerta principal. Sin duda tenían esperanzas de que alguno de los tenderos aceptase darle alguna sobra del día. Cisco alejaba a este tipo de personajes, pues su confidencial contrato así lo exigía y porque de este modo se convertía en el único destinatario de los productos recién caducados, a los que no ponía reparos, siempre que superasen su exquisito test de calidad. El día de la muerte de la caritativa anciana tuvo el actor bastante suerte al respecto. La lista de lo aprovechable era tal que apenas le cupo en la caja de frutas que llevaba atada a la parte de atrás de su bicicleta. Un enorme rodaballo entero; dos piñas demasiado maduras, pero de las que se podría extraer un zumo dulce y abundante; dos solomillos de cerdo que prepararía a la cerveza y mostaza para subírselos a su vecino Andrés, el informático que se encargaba de sus asuntos burocráticos y financieros; Cinco botes de pimientos de Lodosa de calidad superior caducados ese mismo día, que aprovecharía para guisarle una patatas a la riojana a su colega y fotógrafo el Bolilla, amante de platos clásicos de cuchara; y la reina del lote, nada menos que una lata de cinco kilos de anchoas de L´Escala en salmuera, que donaría al bar de enfrente de su casa, consciente de lo mucho que tenía que aguantar con un cliente como él su dueña, camarera y gobernanta Romina. Así que cargado de material para repartir entre el prójimo, Cisco se dirigió hacia su barrio con la mente distraida en tratar de recordar todos los ingredientes de la Sachertorte, para saber si tenía que parar a comprar algo de camino en el súper.
No hay discusión: L´Escala supera a Santoña duela a quien duela |
El recuerdo de la vieja no se volvió a activar hasta la noche cuando, centrado en elaborar una jugosa y emborrachada tarta, con todos los ingredientes alineados sobre la enorme mesa de la cocina, la visión de Cinta, tumbada en un rincón le trajo la imagen de doña Angustias.
- Si, Cinteta, si. Se nos ha ido. Ya no habrá más mortadela- Se dirigió a la perrita su amo- Ya veo que sólo llevas un día sin mortadela y ya la echas de menos, pero…- continuó volviéndose hacia ella – Te prometo que de vez en cuando te traeré un paquete, del bueno, con ahumada, para que recordemos a una vieja amiga. Pero por ahora, haz el favor- Subió el tono al grado de advertencia- y come de lo que haya- concluyó señalando el comedero lleno a rebosar de recortes de jamón a los que unos huevos revueltos recién hechos les hacía ganar la suavidad necesaria para el paladar de Cinteta. La perrilla advirtió que el ambiente no era propicio para la discusión y resignada se dirigió al banquete que le esperaba en su rincón. No era lo mismo, parecía demostrar con su mirada, ya nada será lo mismo sin bocadillos de mortadela.
Dos horas después la obra estaba consumada. Una enorme tarta se levantaba encima de la mesa, limpia ya de herramientas e ingredientes. Pero su autor no pasaba su mejor hora del día. La lucha diaria contra su sociopatía extrema y su narcisismo patológico; la falta de aislamiento tan necesaria y habitual hasta hacía pocos días; y el episodio de aquella tarde, última de una anciana a la que había cogido cierto cariño, le habían hecho reencontrase con un viejo amigo. Así, mientras preparaba la Sacher, fue acompañando cada paso del largo proceso con una copa generosa de Campo de Borja, terminando con dos botellas sin apenas acompañarlas de un bocado. Cuando terminó la receta ya no se mantenía en pie y su rostro mostraba un aspecto tan demacrado y desencajado que pudo sino arrastrarse hasta la silla más próxima, y allí sentado se desvaneció sobre la mesa, a los pies de su oscura y brillante obra. Y allí le despertaría la luz de la mañana de su cumplaños. Resacoso y con un enorme dolor en el cuello, pero ya dispuesto a seguir con su batalla diaria contra su pasado. Miró la tarta y reconoció su obra. Negra y gruesa cobertura sobre húmedo bizcocho chocolateado y borracho de almíbar con una buena dosis de moscatel y algo de ron, que le daba el carácter a cada uno de sus tres pisos, separados por gruesas capas de confitura de albaricoques que preparaba el mismo cada temporada. Los adornos de arándanos y frambuesas que rodeaban a la tarta a modo de corona eran una licencia a la heterodoxia. Al no encontrar velas dispuso cuarenta y nueve frutitas rojas intercaladas sobre la parte de arriba.
-Unas por los años pares- Levantó la botella vacía de vino, a modo de brindis, que aun descansaba cerca de su mano- otras por los impares- Concluyó. Aquel sería un año bueno, tocaba frambuesa, y eso debería bastar.
Auténtica del Hotel Sacher (Viena) |
Receta tarta Sacher (Sachertorte)
Ingredientes para el bizcocho:
100 gr Mantequilla
100 gr Azúcar glass
100 gr Azúcar en grano
100 gr Almendras enteras
6 Huevos a temperatura ambiente.
200 gr Chocolate 60%
100 gr Harina floja
10 gr de Levadura química
Mermelada de Albaricoque
100 gr Azúcar glass
100 gr Azúcar en grano
100 gr Almendras enteras
6 Huevos a temperatura ambiente.
200 gr Chocolate 60%
100 gr Harina floja
10 gr de Levadura química
Mermelada de Albaricoque
Una copa de ron
Una copa de almíbar aprovechado de una lata de melocotón o albaricoque
Ingredientes para la cobertura:
75 gr Nata
150 gr Chocolate 70%
50 gr Mantequilla
150 gr Chocolate 70%
50 gr Mantequilla
Elaboración del bizcocho:
En primer lugar tostaremos las Almendras en una sartén a fuego fuerte. Las moleremos y reservaremos. Luego fundiremos el chocolate al baño maría y lo dejaremos atemperar. Levaremos a pomada la mantequilla y la varillearemos junto con el azúcar glass hasta semimontarla. Separaremos las claras de las yemas y semimontaremos las claras con el azúcar en grano. Agregaremos las yemas una a una, a la mezcla de mantequilla y azúcar glass, mezclando bien con las varillas. Le agregaremos a la mezcla las almendras tostadas y trituradas y mezclaremos. Añadiremos el chocolate fundido y, en varias veces las claras semimontadas. A continuación tamizaremos la harina, mezclada con la levadura y la añadiremos a la mezcla cuidadosamente.
Tras engrasaremos un molde con mantequilla y harina para evitar que se pegue, dispondremos la mezcla sobre él, y lo introduciremos en el horno precalentado a 170º C entre 25 y 40 minutos dependiendo de cada horno. Hacer la prueba pinchando con un palillo, cuando éste salga limpio, el bizcocho estará listo.
Dejar enfriar y desmoldar boca abajo sobre una rejilla para que no pierda porosidad.
Presionando ligeramente sobre la superficie del bizcocho en una superficie plana y con un cuchillo de sierra cortaremos tres pisos. En cada uno de ellos seguiremos el mismo proceso: empaparemos al gusto con un almíbar borracho de ron, y sobre el bizcocho ya húmedo dispondremos una generosa capa de mermelada de albaricoque. Es importante que no sea de otro sabor, pues la acidez del mismo es lo que se busca para contrastar con el chocolate. Montaremos el bizcocho de nuevo para disponer sobre él la cobertura.
Elaboración de la cobertura:
En primer lugar trocearemos el chocolate. Herviremos la nata en una cacerola y la retirar del fuego. Allí le añadiremos el chocolate y lo mezclar bien con la varillas hasta que todo quede bien emulsionado. Tras ello llevaremos a punto de pomada la mantequilla y se la añadiremos a la mezcla.
Dejaremos enfriar el glaseado durante 10 minutos en la nevera para que espese, y una vez con el glaseado un poco más frío, bañaremos la tarta y decoraremos al gusto, recordando que Cisco prefiere los frutos rojos.
Enfriaremos la obra en la nevera durante al menos 2 horas y… misión cumplida.
Versión Cisco Cerrada |
4 comentarios:
buen relato y exquesita receta. ;)
amargo como el cacao y ácido como la mermelada
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