lunes, 25 de octubre de 2010

Santa Llorona de Zaragoza

Santa Llorona de Zaragoza


Aspecto que discretamente presenta hoy el altar


Biografía:

Cuentan los iniciados en la religión de la calle, que esta santa habitó y deambuló por las calles de la ciudad en unos de sus tiempos más duros y menos recordados por los memoriales oficiales.

Nacida en la primera década del atroz siglo XX en la misma capital del Ebro. Se ignora su nombre como el de tantas otras valientes que ni siquiera el recuerdo puede desvelar. Es comentario común en la calle situar sus orígenes e infancia en torno a la Plaza de la Santa Cruz, hoy dedicada a la memoria de los caídos en el bando vencedor de nuestra Guerra Civil. De familia humilde y escasa formación, apenas tenemos datos biográficos hasta su aparición como ayudante de cocina en la casa de amparo de la ciudad. No era lo que hoy podemos considerar como un trabajo, pues la remuneración por sus labores consistía en una ración de la conocida sopa boba para ella y en dos más que podía llevar para sus padres cada día. Fue en el seno de dicha institución donde obró la mayor parte de los milagros que la memoria popular le atribuye hoy en día. Durante los ajetreados años treinta pasó dentro de aquella cocina de la calle Predicadores sus momentos de dicha y tristeza.

Viuda desde muy joven, pues su joven marido falleció al caer de un andamio antes de poder engendrar el hijo que siempre ansió. La Llorona subió a los altares apenas había desaparecido de las calles que tanto amó. Fue a principio de los años cuarenta cuando se le acusó de colaboración con la República y pertenencia a un grupo de desafectos al régimen que actuaba en la clandestinidad. Nada se supo de ella desde el momento en que unos requetés navarros entraron en la gran cocina y se la llevaron para tener una conversación, dijeron. Eran los principios de los años cuarenta. Tiempos metálicos y fríos para tantos zaragozanos de miradas caídas y boinas caladas, de colillas apuradas y vinos rancios; pero su memoria se impuso en la voz de la calle. El ritual secreto comenzó a aparecer esa misma década y sus devotos han dejado de elevar sus oraciones hasta el día de hoy. Cientos de gestos, que pasan desapercibidos para los viandantes de la zona, son repetidos cada día por sus fieles que, en disimulada procesión, hacen su ofrenda a esta santa sin nombre. No se encuentran grandes fortunas ni personalidades entre ellos, pero es tal la fe que mantienen en su señora, que generación tras generación va creciendo la tropa que desfila casi a diario por la pequeña y discreta calle de la Santa Cruz, haciendo imposible que el olvido la pisotee como lo hicieron aquellos uniformados una mañana de hace ya setenta años.

Ubicación en la callejuela



Ubicación:

El altar ocupa un muro que cierra un viejo local que sirve de almacén a la Taberna Casa Juanico en la calle Santa Cruz, en el corto tramo que une la plaza del mismo nombre con la calle Mayor. Allí resplandece frente a la iglesia que acoge en su interior la imagen de San José Mª Escriba de Balaguer. Paradojas de la vida. Perdedora en vida frente a su directo vencedor. Figura honrada por borrachos y lumpen de barrio bajo frente al aclamado por la capa más alta y privilegiada de la ciudad. La alegría de sus colores que animan al desamparado frente al austero negro de sotana alcanforada que reprime a su rebaño. Religión proscrita y desorganizada frrente a la cúpula del catolicismo poderoso y triunfal. Contrastes de nuestra España. Contrastes de nuestra fe.

Milagros:

Cuenta la historia que una mañana gélida de enero de 1939 se presentó en la puerta de la casa de amparo una mujer con un pequeño fardo entre sus brazos pidiendo algo de comida caliente. No supieron lo que contenía hasta que después de negarle la comida por lo temprano de la hora (en eso eran muy estrictos para evitar eternas colas fuera del horario establecido), la joven destapó de sus andrajos un rostro inerte de un bebe amoratado por el frío. Los ojos aun permanecían abiertos, pero la total ausencia de  pestañeo desvelaba su estado.

Fue tanto el dolor causado por aquella imagen que no pudo evitar nuestra santa deshacerse en lágrimas cuando volvió a su tarea. Quiso la casualidad que unas cuantas de sus lágrimas cayesen dentro de la gran marmita de agua caliente en la que iban a preparar la sopa. Allí y en ese momento se produjo el milagro, pues donde antes se introdujo patata y nabo, comenzaron a salir a flote grandes pedazos de carne. Huesos de jamón y docenas de chorizos hervían a borbotones tintando oscuro el antaño ligero caldo. Los tronchos de sebo se fundían en una espesa capa de grasa que emergía desde el fondo. Kilos de tiernos garbanzos aparecían para empaparse con todos aquellos sabores. En la cocina nadie se explicaba el fenómeno que rápidamente fue atribuido a alguna miembro del santoral que obraba milagros por los pobres de España en un gesto digno de la divina providencia. Providencia que por convicción política actuaba en beneficio del cristiano y bendito régimen. Sólo entre los desarrapados asiduos al comedor comenzó a circular la historia de que la Llorona había llenado un cuenco con aquel sabroso cocido, y había echado a correr por las calles en busca de la madre con el bebe muerto, al que una vez alcanzó hizo revivir con cada sorbo del brebaje, sonrojando de nuevo sus pálidas mejillas, ablandando sus ya marmóreos miembros. Insuflando la vida que se había perdido ante la locura de una madre que jamás dio por muerta a su niña. Quizá porque era sabedora de que aquel día toparía, con nuestra santa. La santa de las lágrimas. La Santa Llorona.

Ritual:

El iniciado en su religión aprende desde el primer momento el gesto que aquella madre con su niña en brazos ofreció a nuestra señora. Al ven el rostro bañado en lágrimas acerco su dedo índice hacia sus ojos y se las enjugó. Este fue el gesto que adquirió la hermandad secreta como señal de admiración y respeto a la dama. Cientos de desarrapados se cruzan cada día con ella, llevando el dedo al lacrimal, como si se quisieran quitar del ojo una inexistente mota de polvo. Discreto acto que les sirve de muestra de fe y cariño.

Quede desvelado el secreto en honor de la dama cuyo dolor ayudó a paliar un poco el reinante en la ciudad en tiempos de abismo y oscuridad.

1 comentario:

Arantza dijo...

Me ha llamado mucho la atención esta entrada sobre La Santa Llorona de Zaragoza, que no conocía. Me gustaría si es posible que publiques más datos o que me remitas si hay alguna documentación al respecto. No encuentro nada más sobre este asunto que me parece muy curioso y desconocido.