Receta de pan de calamar (Por una Comunidad Mediterránea)
Pan de calamar
Ingredientes:
500 gr de harina Harimsa de Cultivo Ecológico
Agua tibia
Levadura de panadero
2 cucharadas de Aceite de Oliva Virgen Extra
2 sobres de tinta de calamar
Un puñado de aceitunas verdes sicilianas
Sal
Elaboración:
En primer lugar mezclaremos en un bowl la harina con la levadura y la sal. Iremos añadiendo el agua, en la que habremos disuelto la tinta de calamar, mientras amasamos dentro del recipiente y le añadimos las aceitunas deshuesadas y troceadas. Una vez lograda una masa homogénea, la extenderemos sobre una superficie limpia y enharinada y continuaremos el amasado durante unos minutos más.
Dejaremos reposar la masa, cubierta por un paño húmedo durante media hora a temperatura ambiente o hasta que duplique su tamaño. Por último volveremos a amasar brevemente y colocaremos el resultado sobre una bandeja de horno en forma de bola. Tras cinco minutos de nuevo levado introduciremos la bandeja en el horno precalentado a 190º. La cocción normal sería de unos veinticinco minutos, con la advertencia de no abrir el horno para evitar cambios bruscos de temperatura. Una vez cocido el pan lo dejaremos enfriar puesto boca abajo sobre una superficie de rejilla para que no pierda esponjosidad y se atempere por todos los lados a la vez.
Nota de cata:
La ventaja de una receta tan sencilla y ancestral como es la del pan es que marida a la perfección con cualquier caldo, pero teniendo en cuenta la intención de esta entrada nos vemos en la obligación de escoger una uva bien pegada a la tierra. En este caso, a la trilogía mediterránea tradicional de cereal, olivo y vid, hemos añadido un producto tan mediterráneo como la tinta del calamar. Por ello nos alejamos de elementos más atlánticos y norteños para apostar por una variedad tan nuestra como la moscatel. Y de entre la gran variedad zonal de la misma nos quedamos con la de Ainzón por la maestría que demuestran en su tratamiento. Aportará un dulzor que contrastará con el aporte marino de la tinta. Tierra y mar, síntesis de la nueva Comunidad Mediterránea que se avecina.
Vindicación de una Comunidad Mediterránea:
Tras el anodino comienzo del tercer milenio nada hacía presagiar los movimientos sociales emergentes y la revalorización de la política y las ideologías a las que con gozo asistimos los desencantados del orden imperante durante las últimas décadas. Una mezcla de nuevos sueños de un mundo organizado bajo el valor de la justicia y el despertar de viejas aspiraciones que ya creíamos olvidadas y vencidas está gestándose como un virus que debilita las certezas tecnócratas y los dogmas economicistas bajo los que se organiza el actual mundo globalizado. El Fin de la Historia llegó, y con él la parálisis de toda acción social transformadora. Los viejos movimientos sociales murieron de inanición y de falta de practicantes, mientras que los gestados en los años sesenta (ecologismo, feminismo y pacifismo) se institucionalizaron hasta el punto de ser devorados por el sistema. El panorama parecía confirmar la tesis de Francis Fukuyama y de los neoconservadores: se había alcanzado el orden perfecto. El sistema capitalista había vencido a todos sus rivales y cualquier movimiento contrario a él estaba condenado al fracaso y considerado un anacronismo retrógrado.
Cayeron las torres y con ellas muchas de las fantasmagóricas certezas que parecían incuestionables. Nuevos proyectos aparecen hoy demostrando que las ideologías no habían muerto, sólo estaban catatónicas. Cual zombies haitianos resucitan por doquier. Desde este foro libre queremos exponer nuestro proyecto para el futuro. Se trata de la creación de una Comunidad Mediterránea. Diez son las razones que nos llevan a la necesidad de crearla. Unas de ellas las agrupamos dentro del capítulo de recuperación de valores en recesión o incluso de evidente olvido. El resto son de marcado carácter destructivo de las realidades que determinan el imperio de la injusticia global que nos ha tocado sufrir en nuestros días.
Como los Diez Mandamientos bíblicos, nuestros diez argumentos para la creación de este espacio de convivencia se resumen en dos:
1- Existe un espíritu mediterráneo que es necesario recuperar, reivindicar y expandir para beneficio de todos. La tarea más difícil es la primera, pues será necesario liberarlo de todas las cadenas que tras siglos de acoso le han inmovilizado. El Estado, las religiones, las fronteras nacionales, la propiedad privada y otros artificios ajenos al ser humano ocultan nuestra verdadera esencia gestada durante milenios.
2- El instrumento para que la recuperación de este espíritu no se quede en el plano teórico será la creación de una comunidad de comunidades. Distintos niveles de asociación que dictarán las propias necesidades humanas. De la pequeña agrupación productiva a la gran Comunidad Mediterránea. Síntesis de sueños de libertad. Desde Espartaco hasta los anarquistas españoles, entre la Biblioteca de Alejandría y la Escuela de Traductores de Toledo, del Humus a la anchoa de l´Escala o con Serrat y Khaled, existe una identidad que bien puede y debe servir de nexo de unión del proyecto que pretendemos difundir.
Las razones por las que creemos necesaria la fundación de nuestra Comunidad Mediterránea son las siguientes:
1- El clamor popular en demanda de una democracia real y participativa, impensable en un sistema político basado en la aritmética electoral y los partidos institucionalizados.
2- El fracaso clamoroso del sistema de relaciones internacionales conocido como globalización. Ni es verdadera, ni responde a los principios que enuncia. Se fundamenta en unas relaciones injustas creadas por unas instituciones autónomas (fuera del control de los ciudadanos) totalmente ideologizadas, y en unos mercados controlados por las grandes corporaciones, a las que les viene muy bien un sistema desregularizado.
3- El triunfo de la cultura estadounidense que extiende su dictadura por doquier. El proceso de aculturación norteamericana acompaña al del control económico, inculcando como algo natural e intrínseco al ser humano los valores del consumo y la evasión. La alienación marxista llevada a límites extremos, que triunfa sobre una cultura popular mediterránea basada en milenios de experiencia.
4- El control moral que practica la religión en sus múltiples variantes sobre las culturas civiles agonizantes. La extensión de las morales sociales religiosas en la esfera pública llega, en ocasiones, a ser asfixiante. Desde la afirmación aristotélica de que el hombre es un ser social, multitud de valores machistas, temerosos del prójimo, violentos y excluyentes se han extendido apoderándose del verdadero sentido moral del ser humano original, el humanismo. El sentido de pertenencia a una misma especie y el de conservación de la misma se subliman frente a la cultura del borrego timorato.
5- La consagración del Estado Nación como la más importante de las agrupaciones sociales es un hecho incuestionable y negativo. El sentido nacional responde únicamente a unos intereses particulares de la burguesía del siglo XIX. Hoy son un anacronismo inútil que impide la formación de una nueva definición de comunidad. La solución al problema vendrá del sentido práctico, que debe regir la formación de distintos niveles de agrupamiento humano. Desde la comunidad productiva, a la comercial, pasando por la cultural y llegando a la sentimental, se formaría de manera natural una escala de sociedades que integraría desde el ámbito local al general mediterráneo.
6- La evidencia del fracaso de los economicistas que monopolizan las decisiones políticas en nuestros días. No hay, ni ha habido en tiempos pasados otra profesión en la que el fracaso haya quedado más impune que en ésta. ¿Qué le ocurriría a un panadero que no le fermente bien la masa? ¿y a un médico que se le mueran los pacientes? La respuesta es evidente. Pues bien, en el caso de los profesionales de la economía ocurre todo lo contrario. No sólo no vieron venir lo que se avecinaba, sino que cual chamanes con la pócima mágica se les ha encomendado la búsqueda de soluciones. Sus teorías han fracasado una tras otras a lo largo de la historia, pero siguen llegando nuevas, que sabemos que fracasarán de nuevo. La eliminación de estas teorías y sus profesionales permitirán que la producción, distribución e intercambio de productos se desarrolle con naturalidad, impidiendo la acumulación artificial e injusta de los mismos en manos de unos pocos. El mercado libre funciona, es cierto, pero regido por el principio de necesidad y no de interés individual.
7- La existencia del Estado como entidad independiente de las personas a las que debe servir es un obstáculo para alcanzar la felicidad. Siempre se ha planteado la existencia de un espíritu anarquista muy mediterráneo, pero el rechazo a la existencia del Estado tiene una explicación muy racional. Fruto de la modernidad, el Estado nace como instrumento racional de control social hace quinientos años. Monarcas con necesidad de instrumentos de dominio absoluto lo crean para su beneficio. Lo anómalo viene después, cuando la ilustración llega con sus nuevos valores de igualdad, libertad y fraternidad, pero se aprovecha de su existencia para continuar con el control, ahora burgués de la sociedad. El socialismo tampoco puede dar ejemplo en este caso, pues si Marx vaticinaba la destrucción del Estado como último paso para llegar a la sociedad comunista, que sería el paraíso en la tierra, sus seguidores históricos ignoraron este extremo uno tras otro, llegando a darse la paradoja ideológica de crear supuestos regímenes comunistas que se quedaron en simples Estados totalitarios condenados al fracaso desde su misma génesis. El espíritu mediterráneo siempre será enemigo de estos artificiales instrumentos de control, y apostará por el individuo antes que por la institución. Partidos, sindicatos y asociaciones, que como las fronteras nacionales, impiden el desarrollo individual y social. Sólo la representación directa satisface el verdadero sentido del ser humano, la búsqueda de su felicidad.
8- La propuesta de creación de una Comunidad Mediterránea surge única y exclusivamente del sentimiento. No se deben buscar argumentos históricos, pues la Historia es una ciencia que todo lo puede justificar, incluso grandes y evidentes aberraciones. Menos aún debemos justificar su existencia con justificaciones económicas basadas en criterios de rentabilidad y optimización, pues las aberraciones serían mayores si cabe. La única justificación posible sería la sentimental. Un sentimiento forjado en la convivencia durante milenios de compartir penurias. Largas épocas tratando de superar los mismos problemas. Siglos de intercambios de experiencias que ayudaron a mejorar la vida de sus gentes. Al modo de la Hélade griega, se necesita la recuperación de un sentimiento de pertenencia a una misma realidad. Clima, paisaje y sobre todo una misma y continua línea de costa forjan una identidad común a todos los pueblos de este charco que conocemos como Mare Nostrum.
9- Se hace indispensable una redefinición del concepto de libertad, así como la defensa de la misma. No existe una definición inequívoca de un concepto tan abstracto, pero un buen modo de acercarse a ella sería el de tratar de dilucidar cuál es el objetivo de la misma. Nosotros proponemos como libertad toda aquella actuación que vaya encaminada a la convivencia y el enriquecimiento del foro, del ágora, de la medina. Revalorizar el sentido de plaza pública y extenderlo a todas las facetas de la vida como un lugar de encuentro, donde todos a la vez que disfrutamos de sus prestaciones, debemos ayudar a su construcción y mantenimiento con nuestros esfuerzos.
10- Es hoy obligación de toda persona lúcida recordar al resto, sumido en cábalas alienadoras, que el único objetivo que tenemos como especie es la búsqueda de la felicidad. Una sana dialéctica entre el exceso y el equilibrio es el resultado que el tiempo ha impreso en nuestro carácter común. Muchas veces se califica al mediterráneo como alguien muy dado a todo tipo de excesos físicos, incluso tachándole peyorativamente de vicioso, y nada más lejos de la realidad. La experiencia que le da el pasado, ha contribuido a imprimir una forma de entenderse particular. El homo mediterráneo habita en una dialéctica intensa y continua entre el exceso y el equilibrio. Utilizando los planos platónicos, nos hemos dado cuenta de que el placer físico se encuentra en el exceso. Sólo ahí el ser humano alcanza el placer más extremo. Del mismo modo que la misma experiencia demuestra que el placer espiritual se haya en el equilibrio. Por lo tanto, lejos de teoría psicológicas y religiosas, aquí hemos aprendido que una vida merece la pena vivirla con un cuerpo bien satisfecho y un alma recta y consciente. Mentes curiosas y racionales en cuerpos apetentes y colmados. Este es el estado de felicidad mayúscula.
Sirva esta relación de razones como un índice de lo iniciamos aquí: una larga reflexión sobre la necesidad de crear una Comunidad nueva. Nuestra intención a partir de ahora es la de desarrollar cada uno de estos diez puntos con detenimiento, para que poco a poco se vaya definiendo el proyecto.
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