viernes, 30 de septiembre de 2011

Cultura del exceso. Tres tapas para Terenci Moix (Ocho años sin él)

  Cultura del exceso. Tres tapas para Terenci Moix (Ocho años sin él)

Excesivo, apasionado, enamorado, mediterráneo... 
Y ya van ocho años sin Terenci. Parece que fue ayer cuando nos dejó uno de los espíritus mediterráneos confesos más militante. Será por su enorme sombra, pero el olvido y el sentimiento de ausencia tardan en aparecer entre sus practicantes. Si se ha escogido esta palabra no es por casualidad, pues pudiendo calificar a su grey como lectores, sólo se destacaría su faceta literaria; si hablásemos de amigos, se limitaría la concurrencia a quienes tuvieron la suerte de cruzarse en su vida; si de seguidores, igualaríamos la terencimanía a cualquier afición a un equipo de fútbol. Preferimos el término practicante porque lo verdaderamente destacable del autor es su propia experiencia vital. Guiada por una escala de valores donde la amistad se situaba en lo más alto. El disfrute físico y el placer espiritual son los objetivos de cualquiera de sus empresas. Portó sobre sus escuálidos hombros todo el peso de su civilización. Milenios de sabiduría y errores, de guerras y ternuras, de comercios y hambrunas, de progreso y devastación y de luces y sortilegios le acompañaban en su día a día. Consciente de ello, en un continuo acto de justicia histórica, se dedicó a acumular, interpretar y rescatar todo el bagaje cultural de sus ancestros. Modernizó mitos y mitificó realidades contemporáneas. Trabajador anárquico, voluptuoso y compulsivo. Narra como respira, como necesidad y como acto reflejo. Nos cuentan sus acompañantes que miles de historias eran volcadas de manera incesante. Unas sobre papel, pero las más eran compartidas oralmente en sus círculos sociales. El lector o espectador de las mismas las acompaña con el corazón en un puño, casi en estado de hipnosis. Las aliñaba con tanto saber hacer, que era imposible escaparse a su embrujo.

Nadie describirá la necesidad de disfrutar la vida como
el maestro: Cavafis
Si hoy le homenajeamos aquí es por una de sus múltiples facetas. La desmesura y el exceso a la hora del disfrute. No es casualidad que eligiese uno de los versos del poeta Cadafis para extraer el título de una de sus más grandes obras. No digas que fue un sueño. 

“Cuando a medianoche se escuche
pasar una invisible comparsa
con música maravillosa y grandes voces,
tu suerte que declina, tus obras fracasadas
los planes de tu vida que resultaron errados
no llores vanamente.
Como hombre preparado desde tiempo atrás,
como un valiente
di tu adiós a Alejandría, que se aleja.
No te engañes NO DIGAS QUE FUE UN SUEÑO.
No aceptes tan vanas esperanzas.
Como hombre preparado desde tiempo atrás,
como un valiente
como corresponde a quien de tal ciudad fue digno
acércate con paso firme a la ventana,
y escucha con emoción -no con lamentos
ni ruegos de débiles- como último placer,
los sones, los maravillosos instrumentos de la
comparsa misteriosa
y di tu adiós a esa Alejandría
que pierdes para siempre”
CAVAFIS, El dios abandona a Antonio

Quizá nunca se haya acertado de manera tan incisiva a la hora de expresar el clásico y mediterráneo Carpe Diem desde tiempos de Horacio. “Acércate a la ventana y escucha con emoción (…) como último placer (…)”. Todo un simposio de vida y una lección. Sobran los veinte millones de libros de autoayuda que se escriben al año. Las listas de espera para las consultas de psiquiatría se aligerarían sobremanera con la difusión de estos misteriosos versos. La misión: afrontar la vida de manera valiente, agarrándonos a todo aquello a lo que podamos asirnos hoy, porque sabemos que desaparecerá. El sabor agridulce de la despedida se torna aquí exquisito gracias a la conciencia de saber quiénes somos y para qué estamos aquí en este momento.
Terenci lo sabía, y como apreciamos en el texto de su, ya clásica, novela, se derrite describiendo la abundancia de manjares como símbolo de aspiración humana. Una visión racional y calculada de la vida no dejaría de sentir desagrado, y hasta repulsa, ante una descripción como la que sigue. Pero a los practicantes de una vida bajo la dictadura de lo emotivo y de la falta de planificación, unas líneas así nos provocan salivación y crujido de tripas. ¿Qué le vamos a hacer? Dejemos que hoy Terenci nos provoque hambre, que al fin y al cabo, es una de las sensaciones más auténticas e indomables del ser humano. A cambio y en su honor, vamos a dejarle junto a su recuerdo unos bocaditos, dignos del mejor de los mediterráneos, dignos de un emperador del sentimiento.

Dos palabras que nuestra civilización lleva marcadas
a fuego en su piel. En la arena de su mar

“Las magias de Cleopatra también recuperaron para Antonio los más deslumbrantes galardones de la gastronomía. Reorganizó la Sociedad de la Vida Inimitable que Antonio inventó años atrás, en el curso de cierto invierno famoso; la sociedad que atrajo a los festines del gran palacio de Alejandría a los comensales más exquisitos, cuando no los más desaforados. Y al renacer aquella sociedad en el palacio de Antioquía, muy selectos huéspedes asistieron a las más extraordinarias proezas: se vio a un venado de cuyo vientre surgía una gacela de cuyo pecho aparecía a su vez un faisán que al abrirse dejaba salir una paloma con los pulmones rellenos de ostras rebañadas en jugosas mixturas de hígado de oca. Se vieron corzas gigantescas devoradas en un instante, salsas exóticas surgiendo a borbotones de las bocas de los comensales, crustáceos del tamaño de los hipocentauros y pulpos cuyos tentáculos abarcaban toda la extensión de una enorme mesa de hierro forjado.

Años antes, en Alejandría, los excesos gastronómicos de la Sociedad de la Vida Inimitable habían dado lugar a las más pintorescas conjeturas. Un testigo excepcional, el médico Filotas de Amfisa, tuvo ocasión de comprobar la veracidad de las mismas. Pues habiendo trabado amistad con un oficial de las cocinas reales, éste le deparó la oportunidad de visitarlas. Y allí, entre otros muchos manjares, el médico descubrió cinco enormes jabalíes que los esclavos estaban asando en broquetas no menos gigantescas.

Entonces el médico expresó su admiración por el número de comensales que llenarían de boato los salones de Cleopatra. El oficial se echó a reír y contestó: «No es un festín tan espléndido, pues se limita a una docena de invitados. Pero cada plato ha de tener tal pucho de perfección que al instante de servirlo podría marchitarse. Y si Antonio pide su cena en este mismo momento, pero de repente tiene algún antojo o desea entregarse a la bebida y, por tanto, deja de lado el plato, es preciso tener preparado otro para servírselo no bien se le antoje. Por lo cual entenderás que es necesario tener preparadas varias cenas a la vez, ya que resulta imposible adivinar la hora exacta en que puede producirse el capricho...”

Terenci Moix, No digas que fue un sueño.
Alto Nilo- Ventalló-Barcelona, 1986.

Tapas de agradecimiento: Zapatillas de jamón de la calle Laurel, Canelón de pintada, boletus y trufa de Casa Pedro y Pulpo a la gallega de la Pulpería O´Cachelo

Ésta por popular y festiva
Zapatilla de jamón

Ésta por sofisticada y delicada.
Canelón de pintada de Casa Pedro

Y ésta por clásica.
Pulpo a la gallega de O´Cachelo

1 comentario:

Lia Cice dijo...

¡Ay,ay!. A menudo, logras emocionarme. No sé si será porque me estoy volviendo más "blandita" con la edad o, simplemente, porque es el poder que emana de las palabras que viertes con tanto acierto en tu blog. Ambas cosas, seguro.
Y, en esta ocasión, la emoción sentida ha sido inmensa. Al leer sobre Terenci, he compartido no sólo la admiración que sientes y la pena por su ausencia sino también he recordado toda lo que sentí, hace dos años, al leer a Maruja Torres hablando de la pérdida de sus amigos.
Y hasta alguna lagrimilla me asomaba al ver a Cavafis, maestro entre los maestros...¡ cuyo poema "Viaje a Ítaca" ha marcado tantas de mis decisiones... En fin, que esta tarde mismo me lanzo al Coso a hacer la ruta de tus tapas y sumarme con ello a tu homenaje.
Feliz fin de semana