martes, 14 de febrero de 2012

Receta de pan de chipotle (Sex on the beach)

Receta de pan de chipotle

Rústico y con promesa ardiente de chipotle
Pan de chipotle
Ingredientes: (un pan grande)
Un kilo de harina de trigo
Dos sobres de levadura
Dos cucharaditas de sal
350 gramos de patatas
Un bote de chiles chipotles ahumados en adobo (400 gramos)
Pimienta negra
Tomillo
350 ml. de agua tibia


Mezcla del chipotle con la patata cocida

Proceso de levado

Elaboración:

En un recipiente grande u hondo mezclaremos la harina, la sal, la levadura, el tomillo y la pimienta. Por otro lado coceremos la patata y la batiremos junto al contenido de la lata de chipotles, obteniendo una masa tipo puré espeso que mezclaremos con la anterior. Cuando está todo bien integrado verteremos poco a poco el agua e iremos amasando. Terminaremos el proceso sobre la mesa de trabajo limpia y enharinada. Dejaremos levar la masa hasta que duplique su tamaño. Volveremos a amasar unos minutos y la volveremos a dejar levar de nuevo. Espolvorearemos un poco de harina por su parte superior.
Con el horno precalentado a 190 grados introduciremos el pan con la precaución de hacerle unos cortes artísticos en su parte superior. Coceremos el pan por aproximadamente 40 minutos o hasta que al introducir un palillo, éste salga completamente seco.

Contrastes
Objetivo de la receta:
Unas veces los sueños y los recuerdos te atrapan sin avisar. Cualquier detalle apenas perceptible para los demás los despierta como un torbellino indomable. Hoy no es el caso. Hay ocasiones en que la necesidad nos hace conjurarlos. El ritual de invocación es variado y cada maestrillo tiene su librillo particular. Hoy añoro el calor. Lo extraño como a un amor de infancia. El hielo lo invade todo: el parque, las aceras, y los domingos hasta transformar las esperanzas en puro y frío cristal. Busco en mis baúles un recuerdo de sol. De sudor picante y salado. De venas hinchadas y pieles oscuras. Mi amiga Cecilia me pone en la pista con las sugerentes y sangrientas naranjas. ¿Dónde lo dejé? He de hallarlo por algún sitio.
Tras una plomiza tarde rastreando por el desván lo halle. Estaba ahí aguardando con una sonrisa pícara. ¿Cómo no lo vi antes? Un recuerdo con nombre de tierra antigua. Allí donde la sangre empuja con rabia desde dentro hacia el exceso mayúsculo. Un lugar para bañarse en sudor y saliva. Donde un cuerpo no lo es sin el contacto con los demás. El país donde el sol y la luna no nos han olvidado todavía. En el que nada sabe a nada sin adormecer el paladar a golpes picantes. Imperio de fruta y pepitas, de músicas de cantinas cantadas en la calle y calles repletas de negros ojos brillantes. Lluvia de agua de fuego que se bebe a golpe de barra y caballito. Recuerdos como ensoñaciones dictadas por los dioses del color y el caos. Cronos no venció en ese campo de batalla. Nada ni nadie tiene un sitio, todo sucede por casualidad. Con la fortuna como esperanza me muevo en un sueño nervioso y busco el premio que todos merecemos. Hoy salgo de debajo de la mantita. Hoy abandono el apacible sofá. Todo me lleva a ti, México lindo y querido, todo me lleva a ti.


A veces es necesario invocar los sueños.
Terapia contra el frío

Puerto de Veracruz, julio de 2009
“Salgo sudando todavía del agua tibia caribeña. Las gotas que se escurren de mi pelo no me refrescan la espalda. Camino observándote de espaldas. La camisa blanca se ha pegado a tu cuerpoy no evita los reflejos que la luna extrae a tu piel. Ayer me parecía oscura sobre las pirámides. Un cuero curtido y bien bruñido que me rasgaba la piel en cada acometida. Esta noche brilla como la miel. Como una miel cálida con promesas pegajosas. La luna en Veracruz conoce a sus hijos, los unge de aceite y los maneja como marionetas sin conciencia.
Al menos la mía quedó electrificada con la primera descarga. Las dos manos enganchadas a los goznes por propia voluntad. El hombre de la batería gira la rosca y un suave cosquilleo comienza a agitar los brazos. El siguiente paso ya no tiene vuelta atrás. Una presión en la nuca impide obedecer al cuerpo. La orden es tajante: suéltate, pero se pierde en algún lugar del camino. Sin control sobre mí te intuyo riendo a carcajadas. La música de los guitarrones se acelera y los colores se mezclan en largos trazos de arcoíris que me envuelven en un círculo. Cuando la electricidad abandona mi cuerpo lo primero que siento es el corazón. Los latidos ya no vienen del pecho, sino que bombean desde las sienes. La espalda está húmeda y un escalofrío me recorre la columna cuando una bocanada de tequila se me viene a la boca. Vuelvo a tragarla con asco pero ya siento tu mano empujándome hacia ti.
Ebrios de alcoholes ancestrales y enchilados de empanadillas y tamales verdes vamos recorriendo los tenderetes que los vendedores del puerto han engalanado para nosotros. Unos niños recogen las monedas que los turistas arrojan al agua y emergen llenos de orgullo y hombría. Cae la oscuridad sobre el oceáno y una nube de vapores emerge de las freidoras para instalarse como una neblina de antojos de miles de paseantes.
Arden las calderas de puro chile valiente. El esófago es una chimenea de vahos de chipotle y habaneros. Me incita a la acción. El exceso que provoca el chile no se consume, exige más y más. Acelero y te alcanzo antes que la siguiente ola. Entrelazadas nuestras piernas caemos al agua rodando al capricho de la espuma. La arena rasga mi espalda pero tus piernas aprietan con fuerza exigiéndome rendición. A cada oleada, un latigazo de tus cabellos negros me recuerda respirar. Sal de mar y sudor preparan mi lengua para la siguiente acometida. Fuego en las entrañas, en la piel, en el aire y en la sangre. Todo hierve a mi alrededor y la luna apareciendo como un halo detrás de tu cabeza te encuadra como una virgen salvaje.
Salgo del agua con mi trofeo en brazos e hinco las rodillas en el suelo depositándote con suavidad en la arena. Tu lengua lanza pinceladas cálidas en mi cuello mientras la mía pide resuello. Los dedos recorren rutas errantes erizando la piel como huellas a su paso. Ya dentro, me siento como un niño arrancando la corteza al árbol de la sabiduría para desvelar sus secretos. Vuelve el sudor a mi frente, pero esta vez cae sobre ti como lluvia en una tarde tropical. Vaivén de músculos inconscientes que se afanan inútilmente en unirnos en un cuerpo. Me vuelco con la espesura del Pozole y siento tus uñas como agujas abriendo mi espalda. El mundo se acaba. Lo siento. No hay nada más. Al menos…hasta el amanecer.”

Espesura de la sopa nacional. el Pozole


1 comentario:

Cecilia dijo...

Gracias por traernos el calor. Así de embellecido, además. No sabes cómo te envidio cuando haces pan. ¡Tengo que lanzarme a probarlo, ya!.