martes, 17 de enero de 2012

Lise Ricol: memoria vivida de un siglo de lucha

Lise Ricol: Un grato bocado a la salud de la última brigadista
Brigadistas desfilando por las calles de la Nueva York de La Mancha
Trabajar en Moscú en pleno corazón del Komintern; vivir en primera persona la lucha por su supervivencia frente al fascismo de la joven República Española; participar en la clandestinidad de la resistencia francesa frente a los nazis; sobrevivir a un campo de concentración alemán durante la Segunda Guerra Mundial y ser objeto de las purgas estalinistas no son circunstancias que mucha gente pueda reunir en su curriculum vitae.Aunque afirme a voz en grito su origen aragonés, lo cierto es que Lise Ricol nació un frío 15 de febrero de 1916 en la localidad francesa de Montceau-les-Mines. Se trata de la última mujer superviviente de entre todas las brigadistas que lucharon contra el fascismo en la trágica España de los años treinta. Hoy y gracias a un magnífico y muy documentado artículo, que se publicó el 11 de diciembre pasado por Jesús Rodríguez en http://elpais.com/articulo/portada/ultima/brigadista/elpepusoceps/20111221elpepspor_11/Tes la historia de esta valiente vuelve a desgranarse, y con ella la del siglo que le tocó vivir.

"Soy aragonesa" afirma al entrevistador con voz poderosa
Su biografía es tan significativa que podría sustituirse la lectura de cualquier grueso manual de Historia del siglo XX por una conversación con la protagonista sobre su pasado. Hablamos de una de las hijas de Federico Ricol Gargallo y Francisca López López, naturales respectivamente de Cuevas de Cañart y de Dos Torres de Mercader, ambas pequeñas poblaciones del Maestrazgo. Éstos contraen matrimonio en 1911, un año antes de partir hacia Francia a buscarse un porvenir como tantos de sus vecinos. Es entonces cuando viene al mundo y por influencia ideológica doméstica ingresa en la Juventudes Comunistas en 1931, a la temprana edad de quince años. La historia personal se une a la Universal cuando en 1934 decide trasladarse a Moscú por encargo del Partido Comunista Francés para trabajar en la sede del Komintern como mecanógrafa y traductora. Con sus dieciocho añitos en Moscú asiste a una lección magistral sobre el sistema soviético, a la vez que aprende que una mujer puede desarrollarse en el mundo más allá que cómo esposa. De hecho se divorcia de su marido, un francés miembro del Partido y conoce al intelectual checo Artur London, quien sería su compañero hasta su muerte.
Romance con el checo Artur London en Moscú
La Historia se precipita en un mundo convulso y tras el fallido golpe de Estado fascista en España contra la República, la situación se enquista en una guerra civil que divide el territorio nacional. Tras la firma del vergonzoso y nunca respetado Pacto de No Agresión las potencias fascistas europeas otorgan su apoyo al general Franco, mientras que las democracias ignoran la petición de ayuda republicana. Pero de manera individual y a título personal, gentes de todo el mundo, con la oposición al fascismo como nexo de unión, formarán las Brigadas Internacionales conscientes de que en el territorio español se estaba planteando un avance de lo que vendría después a nivel mundial. Nuestra Elisa acude como brigadista a la sede de las Brigadas. Pasará parte de la guerra en la Nueva York de La Mancha hasta la disolución de los brigadistas, cuando regresa a Francia para colaborar con la resistencia, que ya se había organizado contra la ocupación nazi del territorio. Apresada por los alemanes, es internada en el campo de Ravensbruck en agosto de 1942, conociendo en carnes propias las atrocidades cometidas por los nazis.

Gran Hotel de Albacete. Residencia de los dirigentes brigadistas
Acabada la guerra la vida no se relaja demasiado para nuestra amiga. Ya en 1949 Artur es nombrado, nada menos que viceministro de Asuntos Exteriores checo, en un momento donde el estalinismo soviético asfixiaba desde Moscú los aires soberanistas de las Democracias Populares. Pronto lo supo la pareja, porque en 1951 el político fue objeto de una de las purgas del férreo dictador. Concretamente en el llamado Proceso Slansqui. Condenado a prisión permanece recluido hasta 1956. Tiempo que aprovecha para relatar los abusos del régimen estalinista y criticar el sistema totalitario en el que se había convertido el sueño igualitario soviético. Las dos siguientes décadas, hasta la muerte de Artur London, la pareja residirá en París. Elisa recogerá en su proyecto La madeja del tiempo todas las vicisitudes que pasó en su complicada trayectoria vital. Están divididas en dos volúmenes: Roja primavera en 1996 que abarca los años convulsos hasta la caída de la República y Memoria de la resistencia en 1997.

Artur sufrió las purgas estalinistas en el Proceso Slansqui de 1951
El rojo de las cerezas (http://elrojodelascerezas.blogspot.com/) , es el título de un documental dirigido por Emilio Garrido bajo el patrocinio del Programa Amarga Memoria del Gobierno de Aragón y otras entidades y medios de comunicación. El él, Carlota Garrido es una estudiante de Historia que, acompañada de su amigo y cámara Albert Oroval, acuden a París a entrevistarse con Lise. Allí la anciana narra los episodios más relevantes de su vida y los protagonistas se trasladan a los escenarios de su vida en busca de las huellas de su historia.
Mesa del Restaurante Borago donde advertí la voz de Elisa
En estas cuestiones del pasado y la frágil memoria me encontraba yo el sábado, cuando acudía al Restaurante Borago, sito en el local que antes ocupaba la Cervecería Cruz Blanca, de nuestra capital del Ebro (Calle Teniente Coronel Valenzuela, 13 http://boragorestaurante.com/),  dispuesto para una celebración muy especial. La noche comenzó como tiene que ser. Las copas de buen vino se sucedían y el ambiente acompañaba para la ocasión. El local reproduce la escenografía de una antigua cervecería de las clásicas. Los techos esculpidos con bellas molduras, las monumentales lámparas y apliques que te sumergen en antiguos mundos, una larga barra de mármol repleta de bocados suculentos y decenas de grupos de amigos dispuestos a la acción de sábado noche ambientaban la zona superior del establecimiento. En la planta baja media docena de mesas bien presentadas componen un comedor realmente excepcional.

Pan de hogaza y aceite de Tarazona
Tomamos posesión de nuestra mesa reservada y decidimos con qué propuestas queríamos que el chef, José Andrés Olivar, nos sorprendiese en aquella velada. Su recorrido en solitario, unido a sus antiguas experiencias en el LillasPastia y La Granada, cuando brillaban dentro del panorama gastronómico aragonés, garantiza un nivel muy alto. La cena resultó un éxito, pero dejaré para otra ocasión su comentario, pues lo que quiero traer aquí es el extraño suceso que me aconteció durante la misma. Y no fue necesario esperar mucho, pues antes de que llegara el entrante en forma de risotto trufado con foie ya había tenido una experiencia extrasensorial de categoría superior. Serían los efluvios del caldo o la impresión que me causaron los aperitivos de bienvenida los responsables de mi viaje astral, pero puedo asegurar que las imágenes que desfilaron ante mis ojos en medio del jolgorio fueron tan reales como la Presa ibérica con patatas trufadas y chutney de pera de la que di cuenta momentos después.
No llevaría ni mediada la segunda copa de blanco borgiano cuando el recuerdo de Lise se apoderó de mí y la sentí tan cerca que me parecía poder oír su voz por encima de las conversaciones de la mesa. Pero no era la anciana que había visto en el reportaje o en el documental días antes, sino una joven y poderosa mujer. Vestida en un severo blanco y negro, hablaba con un timbre poderoso que otorgaba seguridad a sus palabras. Me costó distinguir el contenido de las mismas, pero pronto advertí que no se referían a ningún capítulo de su pasado, sino que repetían una y otra vez la respuesta que daba en la entrevista a una pregunta que me había pasado inadvertida hasta el momento. Embrujado por la narración de su vida no me había dado cuenta de aquella pequeña cuestión. El periodista, al final de su conversación con Lise, le plantea a la antigua brigadista sobre su posicionamiento político actual, y la respuesta no deja de ser harto interesante: “Soy comunista, pero no por política; ya rompí el carné. Lo soy por no traicionar el recuerdo de aquellos camaradas que compartieron nuestros sueños y murieron por la libertad”.

Brigadistas en apoyo a la democracia española frente a los sublevados
Toda una lección de vida, una guía para no perder el norte. Por mi parte, y con el permiso de Lise, yo me adhiero a su club. Aunque soy un amante extremista de la libertad individual y desconfíe de los regímenes totalitarios que se autodefinen como comunistas, hoy me siento también comunista. Como Lise, ya no se trata de motivos políticos, sino de afinidades personales. Si comunistas se sentían las decenas de miles de brigadistas de todo el mundo que decidieron aparecer por Albacete en aquellos aciagos días, hoy me siento comunista. Si comunista se declaraba el compañero checo de nuestra protagonista en sus años de prisión, purgado por la tiranía estalinista, hoy me siento comunista. Y si comunista se sentía esta descendiente de emigrantes aragoneses que sufrió en sus carnes los episodios más salvajes del siglo más sangrante, hoy me siento comunista.

Borraja, Martini y esferificaciones. Sabor a tierra y cantina
Al regresar al mundo el camarero estaba sirviendo, sifón en mano los aperitivos del chef. Se trataban de unos tallos de borraja en tempura dispuestos para ser untados en salsa de soja, un chupito de Martini rojo con esferificación de aceituna, y lo mejor, unas enormes porciones de buen pan preparadas para ser sumergidas en unos cuenquitos de aceite de oliva virgen extra de Tarazona. Productos aragoneses que disfruté en homenaje a Elisa Ricol. Sabores a tierra antigua, a taberna de pueblo. La miga de ese pan se empapaba con el aceite denso arrebatado a la fuerza a olivos centenarios. Memorias. Arrebatadoras memorias.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo también me siento así compañero....
Pep