sábado, 17 de marzo de 2012

Menú del día del Restaurante Borago


Menú del día del Restaurante Borago


He de reconocer que hace unos meses cometí una pequeña injusticia a la hora de hablar de este Restaurante. Desde entonces ando con la mosca detrás de la oreja y en este repaso-paseo por los menús del día de Zaragoza quiero aprovechar para reparar los dos errores que creo que cometí (pueden apreciarse en http://mundomediterraneo.blogspot.com/2012/restaurante-borago-zaragoza-de-treboles.html?m=1 ). El primero fue juzgar con la severidad que sólo un padre puede tener con su hijo. Mi pasión por las manos de este cocinero, José Andrés Olivar, y las expectativas tan altas a las que nos tiene acostumbrados a sus fieles hicieron que aquella vez no pasara por alto tantas cosas que disculpo a otros profesionales harto vulgares y desapasionados. El segundo error que cometí en aquella crítica fue el de evaluar lo que realmente es un menú del día, como si fuese un servicio a la carta, y eso no es justo y merece mis disculpas. Incluyo aquí mis impresiones sobre la propuesta del Borago, que para quien no lo sepa se encuentra en un bonito local de La calle Teniente Coronel Valenzuela en plena Plaza Salamero (http://boragorestaurante.com/), en el lugar donde se encontraba la antigua Cervecería Cruz Blanca.


Quizá el menú resulte algo largo para el nivel tan alto que pretende ofrecer. Comer a precio reducido, cocina de autor de muy buen nivel y trabajada con excelentes ingredientes es un caso insólito en Zaragoza. El punto fuerte de la propuesta es sin duda la sorpresa a la hora de trabajar y presentar los platos. La habilidad técnica le permite en unos casos salir airoso de callejones sin salida y en otro brillar como hizo en otras etapas de su carrera.

El servicio de pan y vino es impecable. El personal de sala intachable presenta como bienvenida  un cuidado Pan de hogaza servido junto a una dosis de Aceite de Oliva Virgen Extra de Tarazona. Todo un acierto que continúa con el resto de los obsequiosos entrantes. Uno puede elegir sus platos entre la larga lista mientras se enfrenta a unos Tallos de borraja en tempura con salsa de soja y un chupito de espuma de Martini rojo con vanguardista esfera de aceituna. Un blanco y un tinto Borsao son una garantía de éxito y una apuesta segura para maridar con platos tan redondos y complejos como los que aquí aparecen. Un Campo de Borja que no se apoderará de los sabores ni pasará completamente desapercibido, un acierto.  

Tras la sorpresa llegan los primeros. En esta ocasión pudimos disfrutar con la vistosa Crema de calabaza con galleta de cebolla, bacon y bogavante, donde el contraste de la dulzura de la crema ligera con la potencia y sinceridad del marisco propone un juego en el que la cocina sale bastante airosa. El Arroz de trufa con royal de foie era en principio menos espectacular por su monocromía, pero el aroma, la textura del arroz y la temperatura del foie combinaban a la perfección  de manera inesperada.

Los platos principales, que fueron el objeto de mi crítica pasada, están repletos de ingeniosidad, generosidad y riesgo. Si algo caracteriza a nuestro cocinero es su desconocimiento de la cobardía, y eso es algo que sólo aprecié tiempo después. Desfilaron ante nosotros un insólito Rabo deshuesado con parmentier gratén. La falta de gelatina al servirse a baja temperatura se compensa con lo innovador del tratamiento. Plato vistoso del que no se saca todo el juego y el jugo que podría. Por otro lado el Canelón de pato con salsa de trufas y verduras noisette representa una apuesta completamente distinta. Una desmedida y orientalista vistosidad, que esconde una delicia, el punto de cocción de un suculento Canelón de confección deliciosa. El arriesgado punto al dente extremo se agradece tanto como se echa de menos en nuestros paupérrimos restaurantes pseudoitalianos. Por último comimos la Presa soasada con patatas trufadas y chutney de pera. Esto es prodigioso. Juegos de texturas, temperaturas y sabores contrastados dignos de alquimistas medievales. Aquí brilla la mano de José Andrés sin humildad. Avasalla al comensal hasta dejarle sin respiración. La calidad de la carne es supina y en punto absolutamente equilibrado saca la sonrisa del más pintado. Bravo.

Por si fuera poco para un menú del día, la cosa acaba sin concesiones: Coulant de chocolate auténtico que te transporta al mundo de los descubridores del XVI sin levantarte de la mesa; una Tarta de manzana caramelizada con helado de factura nada empalagosa, que recuerda los postres caseros centroeuropeos, de los que tanto tenemos que aprender los golosos mediterráneos; y una Espuma de flan con helado de vainilla y galleta rota que recuerda a la mamá con aires vanguardistas. Nada más que decir en el dulce capítulo.

Menú del día del Restaurante Borago

Precio: 22.50
Valoración: 7´5/10

Pan de hogaza servido junto a una dosis de Aceite de Oliva Virgen Extra de Tarazona

Tallos de borraja en tempura con salsa de soja y Chupito de espuma de Martini rojo con esfera de aceituna

Crema de calabaza con galleta de cebolla, bacon y bogavante

Arroz de trufa con royal de foie

Rabo deshuesado con parmentier gratén

Canelón de pato con salsa de trufas y verduras noisette

Presa soasada con patatas trufadas y chutney de pera

Coulant de chocolate

Tarta de manzana caramelizada con helado

Espuma de flan con helado de vainilla y galleta rota

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