Rinconcito francés en Zaragoza: http://quicheme.es/QuicheMe_-_primavera_verano_11/Sobre_nosotros.html También en facebook: http://www.facebook.com/quicheme |
Si se trata de escoger sólo bajo criterios de paladar yo lo
tengo claro. No hay quiche que pueda competir con una buena tortilla. La
similitud conceptual es obvia, pero la tortilla me puede. Las adoro y entronizo
en todas sus versiones, aunque como la de patata y la de ajetes ninguna. A
media mañana nada mejor para acompañar un cargado y rebosante café con leche
que un clásico pincho de tortilla, de esos que no se salta un vegano.
Hecha la aclaración he de reconocer que hay momentos en los
que a uno sólo le saca de su ensimismamiento un soplo de viento de norte. De
una tierra vecina y distante, nada menos que la Francia de nuestros amores y
rencores, simbolizada en un París orgulloso de sí mismo, sabedor de su grandeza
y amueblado a golpe de historia y tradición. Son tantas las referencias que nos
llevan a él, que no podemos dejar de regresar a una ciudad que no nos acoge con
calor, no nos pide fidelidad, pero a la que regresamos como feligreses o
penitentes.
Imagen de su interior extraída de su web Encuéntralos en facebook en |
Pensando en la actualidad francesa para escribir una
reflexión potente, ácrata, necesaria y expiatoria sobre nuestros tiempos, me
entró la morriña de París. Necesitaba el olor a piedra vieja y mármol de
estatua en la rue. La solución la
tenía a unos metros de casa. En la calle San Lorenzo, cerca ya de la Plaza San
Pedro Nolasco, se encuentra este rinconcito que hace más por la cultura
francesa que todo su arcaico y burocrático consulado. El guiño culinario del
nombre juega con la sonoridad y el parecido con el kiss me anglosajón. La recreación de un bistró francés es
magnífica, pero no se equivoque nadie. No vamos a encontrar ahí una referencia
gastronómica de categoría, ni siquiera algo económico. Como sus hermanos
franceses, ni la comida es magnífica, ni variada, ni barata. Pero si
consideramos la experiencia gastronómica en un sentido más amplio, el
establecimiento vale la pena de verdad. El sentimiento de pisar suelo galo se
apodera uno dese la puesta de entrada. Todo es pequeño y cuidado. Las mesas,
las sillas, los espacios, la carta, las lámparas, los cuadros. Uno se siente en
los bistrós como un Gulliver a punto de destrozarlo todo con cualquier torpe
movimiento. Todo allí dentro es incómodo pero genial. Una librería a
disposición del cliente, repleta de ajados volúmenes, nos recuerda una de las
grandes diferencias entre las dos vertientes de los Pirineos: su amor por la
cultura frente a nuestro desprecio hacia todo aquello que suponga un mínimo
esfuerzointelectual. Con el reproche lanzado nos introducimos en el París
intemporal acompañados de una mimada banda sonora de música francesa donde
distinguimos con facilidad todo el elenco de sus grandes.
Aunque no han hecho mucho ruido, no es difícil encontrar a
cualquier hora decenas de fieles en sus mesas. Se transmiten con voz baja el
secreto. Hay un bistró en Zaragoza. Un mensaje en clave que no debe ser
transmitido a los no iniciados. Pero aquí llega un servidor. Algien que siempre
ha considerado una descortesía el susurro. Las cosas claras y a las bravas
mejor. Así que se acabó el secretismo, y para todo aquel que necesite o quiera
disfrutar de una experiencia parisina auténtica, aquí dejo mis impresiones
sobre el local. Yo me quedo cocinando la reflexión sobre la Francia del siglo
XXI.
Bistró Quiche me
Ya he comentado que el punto fuerte del Quiche me no es
tanto la cocina, que demuestra buena mano e ingredientes de calidad, como el
entorno y el ambiente. La carta, cuyas propuestas atraen al comensal desde un
principio, está repleta de sugerentes especialidades francesas, entre las que
destacan sus quiches y tartas saladas. De una factura impecable sólo se echa de
menos algo de cantidad. Vienen todas ellas en pequeñas unidades individuales
acompañadas de una ensalada fresca y crujiente y una vinagreta con toques
sorprendentes. El local, haciendo gala de su carácter francés ha introducido
las famosas formules que transportan
a cualquiera al corazón parisino. Al mediodía proponen una quiche o un plato principal a elegir
entre unas cuantas, con lo que se garantiza que son recientes, que se puede
acompañar con un entrante (recomiendo la exquisita sopa de cebolla) o un postre
(el brownie de chocolate con almendras laminadas o la clásica mousse son
golosas de verdad) por un precio que varía entre 5´95 y 6´95 euros según sea la elección. Si se añade un suplemento de dos euros se
puede acompañar la quiche con entrante y postre. Ésta es la versión que
recomiendo para quedar saciado. Otro tipo de formule podemos encontrar para el desayuno con un original buffet
que no dejará indiferente. Por la noche sólo trabajan con la carta, que expongo
aquí abajo para que se pueda apreciar la presencia de muchos de los clásicos
galos tradicionales. Pueden consultarse las fórmulas en su web: http://quicheme.es/QuicheMe_-_primavera_verano_11/Nuestras_formulas.html
Click en la imagen para ver la carta |
Servicio de mesa, pan y vino: Éste es sin duda el
punto menos positivo del Quiche me. Pronto llama la atención la cubertería de
mal gusto y baja calidad. Es cierto que no existe la costumbre de acompañar con
pan muchas de sus referencias, pero creo que debería ser el comensal quien lo
decidiese. Normalmente sirven unas rebanaditas con entrantes, ensaladas y
platos contundentes, pero sus especialidades vienen a pelo, y los paneros nos
vemos apurados. La carta de vinos es corta pero muy ajustada en referencias y
precio. En la última visita una botella de Care de 375 ml venía a salir por
siete euros, muy lejos del precio por copa, que subía a 2´50. Así, se
recomienda elegir botellas o el bolsillo se resentirá demasiado. Por último
cabe destacar el buen trabajo del personal. Atento sin empalagos. Nadie corre,
pero todo llega en su momento. Los platos se trabajan con mimo desde una cocina
muy profesional. Saben hacer su trabajo y lo demuestran a través de la
regularidad. Todas mis visitas al local han resultado satisfactorias fuese cual
fuese la elección. Eso dice mucho de un restaurante que se afianza sin grandes
estridencias publicitarias. Su valor está en la mesa, y eso lo saben.
Ensaladas y entrantes: Bastan tres dignas ensaladas en
la carta para satisfacer al más pintado. La otra noche elegí la templada de
confit de pato que resultó un acierto para abrir boca. Divertida y juguetona
gracias al tándem pato-mango. Lechugas crujientes y aliño marca de la casa.
Todas ellas están redondeadas a base de picatostes, ingrediente olvidado por la
inundación de frutos secos sobre las ensaladas de la ciudad. Se agradece el
detalle. Las sopas son contundentes y, sobre todo, auténticas. Mi favorita es
la de cebolla, que calienta el cuerpo y se sitúa a mitad de camino entre la
sofisticación francesa y la tradición de la abuela aragonesa.
Ensalada templada de confit de pato
(Confit de pato, mango, mermelada de cebolla, picatostes,
hoja de roble con salsa de frambuesas y mostaza)
Quiches y tartas saladas: Aquí es donde se viene
definitivamente arriba el restaurante. No sabría cual recomendar. Sobre una
base de masa perfecta, nada empalagosa y en su punto de cocción y horneado
idóneos, se combinan ingredientes sin racanería y de buena calidad. Quizá el
comensal novato deba comenzar con el clásico entre los clásicos, la quiche
Lorraine (bacon y queso). La noche de marras preferí la de salmón porque
necesitaba suavidad en mi espíritu. De una untuosidad extrema, apenas se
aprecian las fibras del pescado, que se disuelven en su base de huevo y lechosa
crema aportando el tono rosado y sabor graso conocidos. Todas merecen la pena,
y sólo es cuestión de ir probándolas todas poco a poco. Hasta ese día
desconocía las tartas saladas. Con una masa más crujiente esconden secretos
como el que me encontré. Jamás se me había ocurrido la combinación por la que
me decidí. Amante fiel de los calamares en todas sus condiciones, nunca se me
había ocurrido sumergirlos en queso. El experimento es digno de mención, además
si viene acompañado de una salsa de tomate que sabe a tomate y no a lata de
aluminio.El capítulo de las tartas me alegró, pues me obligará a nuevas visitas
de manera irremediable.
Quiche de salmón
(Salmón fresco con espinacas)
(Calamares, queso mascarpone y tomate)
Postres: Contrastando con la escasez del resto de las
raciones, aquí no se escatima en nada. Enormes, excesivas y sin complejos. No
aptos para los que cuentan las calorías ni para timoratos, sus propuestas
llevan consigo esa parte excesiva que tiene todo francés cuando el vino ha terminado
de desinhibirle. El espíritu de la boulangerie
revive en cada cucharada. Es destacable el abuso delicioso que se hace del
huevo en casi todas ellas, acostumbrados como estamos a que sea la harina la
que convierta en mazacote nuestras delicias dulces. Suelo acudir al pecado que
se propone desde el brownie o la mousse, que se engulle con conciencia de
pecado mortal para el cuerpo y el alma.
Brownie de chocolate
con su salsa
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